Pelirrojo, tuerto, amable… ¿cómo le defino?, ¿cómo encuentro un personaje si ni siquiera se qué contar ni cómo empezar? Creo que mejor encenderé la televisión a ver si encuentro alguna idea aprovechable entre toda la programación. Uno, dos, diez canales… y en todos publicidad. Será casualidad. Claro que también se acerca la navidad de la crisis y algo tienen que intentar vender, pero me produce un sopor que no me deja más opción que irme a intentar dormir. Si, creo que pelirrojo será la opción final.
Por fin he conseguido despegar las sábanas de mi cuerpo. Y mientras cumplo con los rituales de la mañana una idea se me viene a la cabeza. Creo que quiero un móvil. Si. Uno de esos con los que conectarse a Internet y poder leer la prensa diaria, que si fuese semanal tampoco se notaría mucho y si me apuras, incluso si fuese anual se aprovecharían mejor los árboles con los que producen sus páginas. Tampoco estaría mal que tuviese navegador, podría saber en todo momento donde me ando cuando paseo por la ciudad tan absorto en mi pensamiento que, de vez en cuando, no se ni donde he ido a parar. Ya borbotea mi café en la cafetera y su aroma inunda mi casa. Lástima no tener una de esas de los bares que dejan sacar la espumita de la leche que deja manchados los bigotes tras el primer sorbo, me pregunto cómo estaría ese tal Clooney si se dejase bigote para sus anuncios de la máquina esa.
Con mis nuevos pantalones, bien planchados, sin las arrugas que le dejó el infame doblez con que la simpática señorita de la tienda del centro comercial, los metió en la bolsa, salgo a la calle sin poder evitar que mi vecina, la del quinto, me mire de arriba abajo cuando me cruzo con ella en el descansillo – buenos días doña Julia – a saber que estará pensando pero por ceño fruncido creo que no me tiene en mucha estima. Creo que mejor será moreno. Si. Será más fácil que los lectores se identifiquen con alguien moreno que con alguien pelirrojo, al fin y al cabo, vivimos donde vivimos.
Con un rumbo definido esta vez, me dirijo en busca de una tienda donde comprar el móvil de mis sueños, o de mis vigilias. Claro que tampoco se muy bien donde ir, nunca antes he tenido móvil.
En menos de cinco minutos, un cartel azul con letras enormes me deja claro que allí podré encontrar lo que busco, y tras ser atendido por una quinceañera de piercing y tattoo en el cuello, salgo de allí con un cacharro que hace de todo. Me dice las canciones que suenan en la radio o en los bares, puedo leer los periódicos, saber el tiempo que va a hacer sólo tocando la pantallita, ¡puedo incluso hacer fotos por la calle mientras camino! Ah si, y llamar. Vuelvo a mi casa tan concentrado en mi juguete nuevo que si alguien me ha saludado al pasar debe estar pensando que soy el tipo más borde de la ciudad. Ya en casa enciendo la radio, a ver si es verdad que esto reconoce lo que suena. Y lo que suena es un tema de esos de música negra, pulso en la pantalla… “all night long”, pues si que funciona. Después de un rato, unas cuantas emisoras y canciones me convenzo a mi mismo de que si funciona el invento. ¡Ya podré saber de quién son las canciones que más me gusten mientras las escucho!
Ya ha pasado una semana desde que compré mi móvil. Me sigue divirtiendo eso de saber las canciones que suenan y saber si podré asomarme a la ventana a contemplar la calle vacía mientras llueve… o no. Y ya tengo profesión para mi personaje. Informático. Un moreno informático que vivirá en un loft en el centro de una gran ciudad y que se divierta en los pubs de moda y coma con gente vip todos los días mientras programa webs para BMW, Mercedes y Coca Cola. Lo que no se es cómo suena mi móvil cuando alguien me llama. Aún no he tenido ninguna llamada, todo llegará.
Ya son dos las semanas que han pasado desde que compré el móvil. Y no se, algo raro pasa porque hoy estaba escuchando un programa, carne cruda creo que se llamaba, aunque me parece un nombre un poco raro para un programa de radio, y una de las canciones que sonaba me gustó, pero no pude saber quién la canta, el cacharro este me decía una y otra vez que no reconocía eso. Será casualidad. Menos mal que en la web de la emisora si ponían el grupo que era. Y si, resulta que el nombre del programa es carne cruda, me pregunto a quién se le habrá ocurrido el nombrecito. Así que decido bajar a buscar el disco. Pulso mis botoncitos, pongo en el buscador “tienda de música” junto al nombre de mi calle y no tardo mucho en encontrar una cercana. Ya en la calle dejo que el navegador me lleve hasta la tienda. Cerrada. A cal y canto. Las ventanas tapiadas con maderas llenas de pintadas de graffiti. No me queda otra que ir al Corte Inglés. Ese no cierra. Le pregunto a la dependienta por el grupo en cuestión… no lo conoce, ni le suena de nada. Busca en su ordenador mientras pienso que es un poco raro que trabajando en una tienda de música de El Corte Inglés no conozco un grupo que suena en la radio. ES lo que tiene contratar gente tan joven para estas cosas, supongo. La chica me mira muy seria para decirme que en el ordenador tampoco le sale nada con ese nombre, que igual me he equivocado. Con un grado más en mi enfadómetro, le pongo la página en que lo encontré – lo ves, no estoy equivocado, vosotros sois los que no sabéis de música.
Tres semanas. Mi moreno informático no tiene nombre aún y ya le han echado del trabajo. He decidido que lo de las páginas web igual suena un poco pedante. Mejor que sea el dueño de una tienda de ordenadores en el centro. No le va mal tampoco, hay mucha oficina alrededor y mucho yuppie necesitado de portátil último modelo al que cobrárselo bien cobrado. Ahora vive en un pequeño ático cerca de su tienda y se bebe sus cervezas en el bar de Paco, el de toda la vida, ese que han restaurado hace poco y han convertido en un gastrobar de moda con pintxos de todas clases a 2 euros cada uno. Y está lleno todos los sábados y domingos.
Mi móvil aún no ha sonado. La mitad de las canciones que escucho sigo sin saber quién las canta. Y la mitad de las veces me mojo cuando me dice que va a hacer sol y parezco medio tonto mirando por la ventana con un chocolate caliente mientras la gente va por la calle en manga corta. Voy a encender la televisión de nuevo, al menos se que, lo que estoy viendo, es lo que hay suelto por el mundo.
Tres horas y un placentero sueñecito después me dirijo a mi cama mientras me asalta una duda… ¿porqué decidí comprar el móvil aquel día?
viernes, 27 de noviembre de 2009
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