El primer día ya ha pasado. Acabo de levantarme, darme una ducha y sacudirme el sake y la cerveza de anoche. Este Tokyo no tiene nada que ver con lo visto en películas y fotografías de guiris. No hay edificios altos ni futuristas. No hay miles de turistas buscando que ver ni que comer, ni siquiera miles de tokiotas cruzando como hormigas por ningún sitio. Hay pisos bajos, muchos de madera, pequeños comercios y restaurantes con linternas de papel en la puerta y fotos de los platos que ofrecen, incluso algunos de plástico, por si aun algún yanki se despista y aparece por asakusa.
La llegada fue agotadora por otra parte. El viaje es una autentica paliza y en nuestra primera visión de este país en lo único que estábamos pensando era en poder salir del metro que nos llevaba al barrio de nuestro hostel y respirar un poco fuera de un tubo. Al principio cuesta estar seguro de que llevas buen camino pero nada mas salir de la estación una amable turista ya nos indico que íbamos por buen camino, y poco después otras dos turistas que coincidió que estaban en el mismo hostel que nosotros nos dejaron un planito que llevaban para poder orientarnos.
Lo siguiente soltar las mochilas y salir corriendo que ya eran las dos y media aquí. Andandito hacia Asakusa, el antiguo barrio de la era Edo de Tokyo. No parecía ni Tokyo ni antiguo hasta que llegamos a un parque que poco o nada tiene que ver con los nuestros y poco después a uno de los templos budistas de la zona. Unas escaleras, el Tori, una fuente con cabeza de dragón para limpiarte y purificarte antes de los rezos, la pila del incienso... y japoneses yendo y viniendo cumpliendo con los rituales mientras desenfundábamos nuestras cámaras, ahora si habían llegado los auténticos japoneses, jeje.
El monje del templo no nos dejo hacer fotos, pero a cambio nos ha regalado una peque;a figura de escayola, un gallo con kimono ha terminado en mi mochila.

Después decidimos buscar un sitio para comer y acabamos por preguntarle a una familia que no sabia nada de ingles, y entre risas conseguimos que entendiesen que buscábamos algún sitio de ramen para comer, a Víctor le hubiese gustado el sitio. Una pequeña puerta amarilla, tres japoneses en la barra y otro vestido de negro cocinando entre un par de woks con cara de mosqueo. Cogimos un ticket en la maquina de rigor y nos colocaron una piscina en toda regla con soyu ramen, el mas típico. Caldo de verdura y carne, fideos, pato, brotes de soja, y un par de cosas mas en crudo que no sabemos muy bien lo que era, pero que esta buenísimo!!

Salimos de allí y encontramos el barrio de asakusa con un enorme templo budista lleno de turistas... japoneses, apenas cuatro o cinco occidentales como nosotros. Mejor. terminamos toda la tarde dando vueltas por el barrio que esta llenos de casas de te, de sake, de teriyaki, dulces, todo a tamaño reducido, de madera... lo mas típico. Lo único malo fue la lluvia que apareció y nos fastidio alguna de las fotos... pero ahora volvemos allí a continuar.
Y a la vuelta al hostel decidimos pararnos en un pequeño bar muy cerca, atendido por una especie de hatori hanzo dando sake y cerveza a dos tokiotas puestos hasta arriba. Una de ellas, mujer, se empeñó en que entendíamos japones y nos dio una charla en toda regla, pero el sake estaba bueno, dulzón. Y ya puestos pues terminamos en otro bar del que salían unas voces de karaoke a las que no pudimos resistirnos. Menudo show tenían montado entre una de las camareras y 4 borrachines! Mas de lo mismo, estos si entendieron que no sabemos japonés, pero aun así nos seguían contando todo lo que iban haciendo. Una botella de sake y unas cervezas después casi cantábamos nosotros también agarrados a los parroquianos. Y a las once, cerró, así que a dormir.
Hoy toca parque Ueno, el hanami.