miércoles, 10 de junio de 2009

Día 18. Tokyo

Hoy si que toca madrugón, queremos ir a Tsukiji, el mercado de pescado más grande del mundo, y claro, como no lleguemos prontito no vemos nada de nada. Así que a las 7 de la mañana ya hemos cogido dos metros y nos hemos dado una buena pateada hasta el mercado... para nada. Resulta que no se nos ocurrió mirar que día cerraba y como no podía ser de otra manera pues tenía que ser hoy.
Así que ya sin prisas pensamos en desayunar, y como la tristeza levanta el hambre... ¡un tazón de soba con tempura muy rico! Un rato después, ya con otra sonrisa en la cara, jeje, pensamos en andar hacia algún barrio, nos dirigimos a Shinjuku, al parque Yoyogi y el santuario Meiji, uno de los santarios shintoistas más importantes de todo Tokyo y que más devoción despierta entre los japoneses.

El parque es bastante grande, con altos árboles y avenidas. Tras atravesar un par de toris gigantes, llegamos al santuario. Están celebrando una ceremonia en la que podemos ver a algunos monjes al fondo, pero no podemos acercarnos demasiado, el paso está cortado. Entre foto y foto, sin darnos cuenta, otro monje se acercó a un gigantesco tambor y comenzó otra ceremonia más. Salí corriendo para ver si conseguía hacer fotos, pero no es que hayan quedado muy bien. Al menos pude observar esta ceremonia más de cerca.

Salimos del parque, casi sin rumbo, pensando en encontrar la zona de los grandes rascacielos de Tokyo, incluyendo su ayuntamiento, al que en teoría podríamos subir a una de sus plantas y ver las vistas de la ciudad desde allí. Pues efectivamente, tienen un sistema de visitas gratuitas para que todo el que quiera pueda subir a la planta 42 donde hay dos miradores (uno en cada torre) y desde los que se ve la ciudad entera, dicen que si hace buen día incluso se ve el Fujisan, pero tanta suerte no ibamos a tener. Aún así merece la pena, es la mejor manera de ver lo gigante que es la ciudad.

Bajamos del edificio y seguimos caminando en dirección a uno de los parques, enorme, 200 yenes eso sí, pero merece la pena y mucho. Está lleno de cerezos en flor, la gente bajo ellos comiendo y bebiendo, paseando entre los laguitos, los niños jugando al beisbol... igual alguno piensa que es una chorrada, pero ponerte a descansar bajo la sombra de un cerezo, con ese panorama delante mientras los pétalos caen sobre uno como una interminable lluvia... es de las cosas más relajantes y bonitas que he visto hasta la fecha.

Recorremos el parque entero sin dejar de hacer fotos y al salir nos dirigimos al metro, de nuevo hemos pensado acabar la tarde en el mercado de Asakusa, más compras, ¡¡qué derroche!! No se donde vamos a meter todo lo que estamos comprando. Menos mal que la duda queda resuelta al volver al barrio, San'Ya, donde encontramos abiertas algunas tiendas más que de costumbre, y en una de ellas venden unas bolsas de deporte baratísimas que tienen pinta de caber en los maleteros de los aviones, ya veremos, tendremos que medir por si acaso. Mañana compraremos un metro... y a meter cositas.

martes, 2 de junio de 2009

Sushi y Kabuki

Un nuevo día en Tokyo. Ya no tenemos más el Japan Rail Pass, así que a partir de ahora nos toca pagar por cualquier tren o metro que cojamos. Hoy decidimos ir a ver los jardines imperiales, el recinto completo donde se encuentra la actual residencia del emperador de Japón. Al bajarnos en la parada más cercana nos pasa como siempre, nos llaman más los callejones, más oscuros, con trabajadores de tiendas y restaurantes de un lado a otro, que las calles principales llenas de carteles luminosos y gente trajeada. Pasamos por un oscuro callejón bajo las vías del metro donde apenas hay un par de restaurantes, pero a estas horas ya huele que alimenta. Están preparando teriyakis y caldo de pollo para los fideos... que hambre te levanta, jeje. Y llegamos a los jardines. Cientos de árboles con forma de bonsái, la estatua de un famoso samurai y efectivamente, la residencia del emperador. Tampoco es que se vea mucho más. Hay otro jardín más, metido en el antiguo recinto, rodeado de agua y muralla que no está mal del todo, algún cerezo, una excursión de agentes turísticos, todas chicas, con las que acabamos haciéndonos un par de fotos, y poco más. Un poco escaso, pero bueno.

Al terminar de ver los jardines decidimos ir hacia el mercado de pescado, Tsukiji, andandito por Shibuya. En dirección al mercado se encuentra el Kabuki-za, el teatro de Kabuki permanente y preparado por si algún guiri quiere ver alguna obra, te permiten entrar a un sólo acto. Así que aprovechamos, era una de esas cosas que quería hacer desde el principio, así que un acto es un acto. Y no fue algo que no esperase. Menos mal, eso sí, que cogí una audio-guía que te iba contando lo que ocurría, los personajes, porqué actuaban de aquella manera, los significados de las canciones... aún tengo la entrada guardada. Y el edificio en si es curioso. Con varios siglos de antigüedad está enclavado entre edificios de cristal y hormigón. Uno con carteles de los actores con sus vestidos tradicionales, los otros con carteles del McDonalls, Zara y demás cadenas borreguiles, curioso contraste, uno más.

Al final llegamos a la zona de Tsukiji, dimos una vuelta por los alrededores, llegamos a la bahía de Tokyo cuando la luz empezaba a dejar reflejos anaranjados en todos los cristales... y volvimos hacia el mercado de nuevo, aprovechando para probar un "poquito" de sushi... salmón, gambas, bonito, atún, sardina... y pulpo, crudito crudito... lo más complicado de comer, pero la idea me ha gustado, así que habrá que probar en casa a ver qué nos sale. Lo curioso fue el sitio, nada más entrar, anuncian tu llegada y todos los cocineros saludan con un grito (vete a saber que dicen, habrá que buscarlo). Tras la barra los sushiman preparan a toda velocidad las piezas mientras tras ellos en una pecera, algún que otro pez aún vivo espera el golpe de gracia, tal como vimos poco después.

Y ya poca tarde nos queda, decidimos intentar entrar en un parque que está cerca del mercado, pero al llegar, ese día estaba cerrado y no se podía entrar, pero el paseo dio sus frutos. Dos modelos vestidas con kimonos tradicionales, y su fotógrafo correspondiente, me dejaron sacar alguna que otra foto y además la charla con el fotógrafo fue muy agradable, sobre España, Japón, sus gentes y sitios...

Y con las mismas pensamos que no sería mala idea volver al mercado de Asakusa para ir buscando regalos para la vuelta... buena idea para todos menos para nuestros bolsillos... ¡¡menudo palo en Kokeshis!!