martes, 2 de junio de 2009

Sushi y Kabuki

Un nuevo día en Tokyo. Ya no tenemos más el Japan Rail Pass, así que a partir de ahora nos toca pagar por cualquier tren o metro que cojamos. Hoy decidimos ir a ver los jardines imperiales, el recinto completo donde se encuentra la actual residencia del emperador de Japón. Al bajarnos en la parada más cercana nos pasa como siempre, nos llaman más los callejones, más oscuros, con trabajadores de tiendas y restaurantes de un lado a otro, que las calles principales llenas de carteles luminosos y gente trajeada. Pasamos por un oscuro callejón bajo las vías del metro donde apenas hay un par de restaurantes, pero a estas horas ya huele que alimenta. Están preparando teriyakis y caldo de pollo para los fideos... que hambre te levanta, jeje. Y llegamos a los jardines. Cientos de árboles con forma de bonsái, la estatua de un famoso samurai y efectivamente, la residencia del emperador. Tampoco es que se vea mucho más. Hay otro jardín más, metido en el antiguo recinto, rodeado de agua y muralla que no está mal del todo, algún cerezo, una excursión de agentes turísticos, todas chicas, con las que acabamos haciéndonos un par de fotos, y poco más. Un poco escaso, pero bueno.

Al terminar de ver los jardines decidimos ir hacia el mercado de pescado, Tsukiji, andandito por Shibuya. En dirección al mercado se encuentra el Kabuki-za, el teatro de Kabuki permanente y preparado por si algún guiri quiere ver alguna obra, te permiten entrar a un sólo acto. Así que aprovechamos, era una de esas cosas que quería hacer desde el principio, así que un acto es un acto. Y no fue algo que no esperase. Menos mal, eso sí, que cogí una audio-guía que te iba contando lo que ocurría, los personajes, porqué actuaban de aquella manera, los significados de las canciones... aún tengo la entrada guardada. Y el edificio en si es curioso. Con varios siglos de antigüedad está enclavado entre edificios de cristal y hormigón. Uno con carteles de los actores con sus vestidos tradicionales, los otros con carteles del McDonalls, Zara y demás cadenas borreguiles, curioso contraste, uno más.

Al final llegamos a la zona de Tsukiji, dimos una vuelta por los alrededores, llegamos a la bahía de Tokyo cuando la luz empezaba a dejar reflejos anaranjados en todos los cristales... y volvimos hacia el mercado de nuevo, aprovechando para probar un "poquito" de sushi... salmón, gambas, bonito, atún, sardina... y pulpo, crudito crudito... lo más complicado de comer, pero la idea me ha gustado, así que habrá que probar en casa a ver qué nos sale. Lo curioso fue el sitio, nada más entrar, anuncian tu llegada y todos los cocineros saludan con un grito (vete a saber que dicen, habrá que buscarlo). Tras la barra los sushiman preparan a toda velocidad las piezas mientras tras ellos en una pecera, algún que otro pez aún vivo espera el golpe de gracia, tal como vimos poco después.

Y ya poca tarde nos queda, decidimos intentar entrar en un parque que está cerca del mercado, pero al llegar, ese día estaba cerrado y no se podía entrar, pero el paseo dio sus frutos. Dos modelos vestidas con kimonos tradicionales, y su fotógrafo correspondiente, me dejaron sacar alguna que otra foto y además la charla con el fotógrafo fue muy agradable, sobre España, Japón, sus gentes y sitios...

Y con las mismas pensamos que no sería mala idea volver al mercado de Asakusa para ir buscando regalos para la vuelta... buena idea para todos menos para nuestros bolsillos... ¡¡menudo palo en Kokeshis!!

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