miércoles, 22 de julio de 2009

Día 20. La caminata y las dollys.

Ya es viernes... en otras ocasiones estaríamos contentos, pero esta vez sólo significa que nos quedan dos días para marcharnos de Japón. Salimos sin prisa hacia los puestos de Asakusa de nuevo a terminar de hacer compras y después hacia el parque Hueno de nuevo. Los cerezos están ya perdiendo las flores pero el parque sigue estando repleto de gente. Tras una vuelta por el parque cogemos camino hacia el barrio de la electrónica, Akihabara, de paso a ver si podemos sacar alguna foto de las "dollys". Al final conseguimos incluso hablar con una de ellas que habla un poquito de español y nos cuenta como funcionan los bares para "caballeros" donde ellas trabajan. Sonará machista, y lo será, pero ellas están contentas con su trabajo, es sencillo, no es peligroso... lo único que tienen que hacer es comportarse como esclavitas para los clientes, su café señor, su azúcar, espere que se lo remuevo... todo eso de rodillas claro.

Sin rumbo fijo decidimos caminar hasta que nos cansemos y al final acabamos atravesando medio Tokyo. Llegamos hasta Shimbasi y de ahí a Tsukiji. Y en ese punto decidimos coger un metro hasta Hueno y de nuevo caminar hasta el hotel, tranquilamente. Un día menos.

miércoles, 15 de julio de 2009

Día 19. Tokyo y el madrugón.

Otro madrugón más. Y van dos seguidos. Seguimos con ganas de ver el mercado de Tsukiji, al menos el que viste y calza, así que… no queda otra. Aún así cuando llegamos ya han terminado las subastas de atún rojo, una lástima. Pero mira, nos hemos vuelto a encontrar a unos italianos con los que compartimos un ratillo en la tienda de los dragones pintados de Nikko, también es casualidad con la de guiris que tienen que andar circulando por Japón. De todas maneras, con subasta o sin ella, el mercado es una visita más que recomendable. Es impresionante ver cómo mueven mercancía constantemente de un lado para otro como si todo el mundo fuese sobre raíles prefijados a una velocidad tremenda transportando además todo tipo de pescados y mariscos. Pero casi es más curioso ver cómo los venden, las cajas en las que están, como unas de anguilas medio vivas pero desangrándose poco a poco que nos encontramos por casualidad. Tampoco es desdeñable ver como van cortando en trozos más manejables los enormes atunes rojos que llegan congelados al mercado, la mayoría, por cierto desde nuestro metieran. ¡El 80% de los atunes de hecho provienen de los barcos atuneros españoles que faenan en el mediterráneo! Por si acaso a alguno que lea esto quiere ir o tiene pensado ir… dos cosillas… ¡no os pongáis chanclas ni pantalones que arrastren o acabareis con un estupendo olor a pescado en vuestro pies! Os lo digo por experiencia.

Al salir del mercado, no podía ser de otra manera, apetece comer pescadito. Crudo, claro. Así que volvemos al mismo sitio que la primera vez, volvemos a escuchar a los cocineros saludarnos y darnos la bienvenida con un estupendo grito. Y decidimos seguir probando más cosillas, lo mejor sin duda, el “toro”. No he probado bocado más exquisito en mi vida, y ya llevo unos pocos años encima.

Tampoco tenemos mucho más pensado para hoy, más que andar por todos los barrios que podamos y seguir empapándonos todo lo que podamos de Tokyo, sus calles y sus gentes. Así que decidimos buscar una librería donde poder comprar un diccionario de japones-español. Paramos a un chaval en bici, le preguntamos si entiende inglés… un poco nos dice. Menos mal que era un poco, ¡nos costaba seguirle en sus explicaciones! Pero nos indicó perfectamente como llegar hasta la librería más cercana. Aunque no encontramos lo que buscábamos. Seguimos haciendo caso a nuestro guía y nos dirigimos a otra de las calles que nos indicó. Volvemos a preguntar, a un hombre con pinta de ejecutivo. No solo nos explica como llegar sino que, cómo no era del barrio, el se ocupa de irse, preguntar vete a saber a quién, volver donde nos había dicho que le esperásemos, llevarnos “de la manita” hasta un centro comercial, subirnos hasta la segunda planta, para acabar diciéndonos… -esa chica de allí habla inglés por si tenéis que preguntar algo, y en aquella estantería están los diccionarios-, pocas gracias le dimos la verdad.

Y el resto del día, andando. Atravesamos Shinjuku, Asakasa, Ropongi Hills (copia de la torre Eiffel incluida) hasta un parque donde nos encontramos con una pareja. Un inglés que había trabajado en Francia y España y una japonesa que había vivido en Australia, lo más normal por allí. La conversación estuvo muy divertida… para mi, el resto andaban descansando en un banquito del parque.

Seguimos andando sin rumbo fijo, pero cuando vimos un cartel… desde donde estábamos hasta el barrio en el que había empezado a andar… por la tarde… ¡9 kilómetros! Metro y al barrio, jeje. No sin antes encontrarnos con una extranjera que andaba buscando a otros extranjeros y no sabía muy bien como encontrarlos.

Aprovechamos para comprar las mochilas que vimos el día anterior para meter los regalos. No nos cabe todo ni de casualidad. Ya veremos cómo lo hacemos.