jueves, 29 de octubre de 2009

Comer Amargo

Desde hace un año estoy pensando en cómo hacer esta entrada. En cómo podría describir, contar, narrar, ponedle el nombre que queráis a todo lo que he visto y sentido durante este tiempo. Me refiero al Taichi, como no, diréis más de uno y de una. Pero es verdad, son tantas las sensaciones que se van acumulando que es muy difícil conseguir encontrar las palabras necesarias para describirlas fielmente. Al final la conclusión a la que he llegado es que es imposible. Ya lo dice el propio Tao, el camino, aquel que hable sobre ello no sabe lo que es. Y la explicación es muy sencilla. Nadie puedo explicarlo porque es diferente para cada uno. Cada persona experimenta su propio Tao, su propio camino, sus propias sensaciones y sentimientos hacia todo lo que le rodea.

Alguno se preguntará qué tiene que ver entonces el título de todo esto, comer amargo. Un antiguo maestro explicaba así la práctica del Taichi a sus futuros alumnos, refiriéndose a que todo aquel que empieza su aprendizaje debe sufrir y conocer el sufrimiento con la practica para poder alcanzar un mayor conocimiento tanto del arte marcial en si, como de si mismo y todo lo que conllevan ambas cosas. Esto que parece tan volátil también su sencilla explicación física. Las piernas duelen como un demonio cuando empiezas a practicar a poquito que te lo tomes en serio. La postura básica tanto para el taichi chi kung como para el taichi chuan, las dos partes principales del taichi, incluye tener los pies separados a la distancia de los hombros, flexionar las rodillas (la parte dura del asunto), movilizar la cadera para dejar el sacro escondido y de paso hacer que toda la columna vertebral quede perfectamente alineada finalizando con un leve estiramiento del cuello metiendo la barbilla hacia adentro para que la parte más alta también quede recta, como el resto. Probad a permanecer así durante unos minutos y después tratad de imaginad a los sufridos aprendices de entonces a los que se les tenía, a veces incluso durante varios años, en esta postura durante años sólo para comprobar si su persistencia era lo suficientemente fuerte para hacerse merecedora de las enseñanzas del maestro. Esto ahora ha cambiado mucho, evidentemente, pero aún así, esta postura es la que se debe utilizar durante las clases y durante la práctica diaria personal si se quiere hacer correctamente, y no es fácil. Pero esta amargura se endulza de papila en papila. Las piernas se endurecen, el equilibrio aparece y mejora día a día, va desapareciendo el cansancio, el estrés de la vida diaria, aumenta la concentración, se tonifican los músculos y con el paso del tiempo mejoran los órganos internos, los tendones, los ligamentos, los músculos. Si ya se que resulta muy difícil de creer, pero el que no lo crea lo tiene sencillo, que lo pruebe.

No hace mucho, un profesor me dijo que todos los que practicamos taichi tenemos algo que necesitamos mejorar a nivel personal, y posiblemente tiene mucha razón. Quizá por eso se crea ese ambiente tan diferente cuando nos juntamos unos cuantos alumnos y profesores. Se tiene la sensación de estar en familia, se tiene la sensación de que todo el mundo te entiende, se tiene la sensación de que todo el mundo está dispuesto a ayudarte si lo necesitas de forma completamente desinteresada. No hay juicios ni prejuicios, hay una total libertad para expresar los sentimientos y pensamientos según se crea necesario. Los “escudos” personales se hacen completamente innecesarios en este entorno con lo que todo tú aflora al exterior sin tapujos dejando a la vista de todos todo lo bueno y lo malo que uno lleva dentro. Aparentemente esto puede llegar a asustar, y lo hace, pero también te coloca delante de un espejo en el que mirarte a ti mismo. Un espejo que no tiene nada de mágico pero si te dice quién es la más guapa del reino y de paso también la más fea, la más avariciosa, la más vengativa, la más vergonzosa y la más amable. Sobre todo si alguna de ellas eres tú mismo y esa es la mejor manera de ser consciente de todo lo que necesita un cambio. Se dice que un alcohólico no deja de serlo hasta que no es consciente de que lo es y puede pedir ayuda. Pues aquí muchas veces no eres consciente de tus problemas ni has pedido ayuda, pero cómo negar lo evidente. Todos necesitamos cambiar partes de nosotros mismos aunque la mayoría de las veces ni siquiera seamos conscientes de ello y podríamos dejar este mundo sin saberlo nunca, aunque los que nos rodean lo supiesen perfectamente. Pero ¿porqué no ser mejor?. Y no digo mejor que los demás, sólo mejor. Mejor persona, mejor hombre o mejor mujer, mejor padre o hijo o hermano o amigo. ¿Porqué no?

Todo eso me ha traído la practica del taichi amen de conocer a bellísimas personas de las que sigo aprendiendo todos y cada uno de los minutos que paso a su lado, y no digo que sean los únicos de los que aprendo, que no lo son, pero quizá me hayan enseñado partes de mi mismo que el resto de los que me conocen tenían escondidas o aceptadas y no hacían que pudiese verlas. ¿Y todo esto gracias al taichi? Pues supongo que en parte si y en parte no. Supongo que ya andaba yo un poco borracho cuando decidí bajar a recibir mi primera clase.

2 comentarios:

  1. No estoy demasiado de acuerdo en guardarse entradas, y demorarse demasiado en escribirlo. Créeme que cuando ideas se vienen a tu mente, aunque tengas la sensación ciega de que "No estoy inspirado/a", la mejor fórmula es escribirlo, sea como sea. El momento es el alma y reflejo para nosotros los lectores de tu sentir.

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  2. Gracias por tu entrada Rodrigo, la verdad que llevas razón, llevaba tiempo queriendo publicar varias entradas pero no las veía claro, al final... aquí están, para bien o para mal. Un saludo

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