viernes, 24 de abril de 2009

Kyoto 2



Nuestro segundo día en Kyoto empieza suavecito, un desayuno en la estación de tren y a buscar un autobús que nos acerque a otro de los sitios que llevaba en la agenda. Kinkakuji, el Pabellón Dorado. Por suerte un empleado de la estación nos indica en perfecto japonés cual tenemos que coger y a que horas sale.

El viaje le obviamos, como cualquier otro autobús pero con más japoneses y algún que otro guiri.

Llegamos a la zona de Kinkakuji y tras hacerle una foto a una amable mujer con kimono llegamos a la entrada. En pocos metros llegamos al lago. Un espejo en el que se refleja el pabellón, dorado, tranquilo. Lastima del viento que agita la superficie del agua rompiendo el reflejo del templo. Fotos y más fotos rodeados de gente haciendo las mismas fotos que nosotros y nosotros las mismas que ellos. Algo habrá que hacer con ellas en casa para que sean distintas.

Seguimos andando por el camino marcado, alrededor del templo en el que están celebrando una ceremonia, no sabemos de que, tampoco podemos acercarnos más. Seguimos como ovejitas entre los árboles, alguna garza, más jardines. Un grupo de estatuillas con un cuenco marca un sitio de parada para que todos los que por allí pasamos intentemos meter en el susodicho alguna que otra moneda. Los niños se lo pasan en grande cada vez que lo consiguen.

Seguimos subiendo por el camino hasta otro templete haciendo fotos a todos y todas las que me dejan mientras seguimos viendo el pabellón desde todos los ángulos posibles. Y al final... tiendas, recuerdos baratitos para turistas y otro templete donde la gente si se para a rezar. De aquí me quedo con la imagen del pabellón y con la vendedora de té que amablemente me ofrece un vaso mientras deja que la saque alguna que otra foto.

Nos hemos dado cuenta de que una de las zonas no la hemos visto al entrar, así que decidimos volver a la puerta a ver si conseguimos saber porqué. Le preguntamos a un chico con uniforme y entre sonrisas nos contesta que hay que pagar como 5000 yenes por entrar en esa parte. Al sorprendernos del precio le preguntamos que hay que ver. Su respuesta... se encoge de hombros y nos dice... "ni idea", arreglos florales, ikebana, pero nos dice... tsssss, no digáis nada que me metéis en un lío, je.

Salimos de allí en busca del Ryoanji, el jardín zen más conocido de todo Japón y de todo el mundo, todo el mundo ha visto fotos del jardín aunque no sepa lo que es. Al llegar lo que te encuentras es un jardín con un laguito, una pequeña isla con un tori unido al resto del jardín con un puente de piedra... sólo falta que los cerezos estuviesen todos en flor. Nos descalzamos para entrar al templo en el que está el jardín y dejamos los trípodes en la entrada. Pocos pasos más allá está el jardín. Piedras. Círculos. Todas en perfecto orden durante 500 años. Habrá quién no se lo crea, pero sentarte frente a esas piedras, concentrarte en los círculos del jardín, hace que entres en un estado mental curioso en el que parece que el resto del mundo desaparece mientras lo contemplas. Tras recuperar la conciencia del lugar en el que me encontraba me levanté para seguir con la visita al templo. Tras rodearle entero vi un grupo de chicas vestidas con kimono a las que pedí permiso para hacerles fotos, dijeron que si, así que volví a recorrerme el templo entero con ellas mientras las fotografiaba entre risas y alguna que otra charla corta en inglés.

Al salir del templo al jardín seguimos andando entre árboles, tranquilos hasta la salida. Nuestro camino llegaba hasta otro templo, Yomei Bunko. Al subir las escaleras que te llevan a la entrada nos encontramos con el templo principal en el que un monje estaba limpiando los tatami. Será que nos escuchó llegar porqué me pregunto si eramos españoles y resultó que hablaba un poquito de español. Tras una corta conversación me permitió entrar hasta el altar, la zona reservada a los monjes, incluso me dejó fotografiar la parte principal, las ofrendas de comida... una de esas cosas que nunca se olvidan. Junto al templo un conjunto de estatuas de budas y una campana gigante que también hicimos sonar con el beneplácito del monje, por supuesto.

Y otro paseito hasta el Ninnaji, un recinto enorme con varios templos y una especie de residencia envuelta entre dos jardines. Un jardín zen seco con su arena alineada y tras otro pequeño edificio un jardín japonés clásico, con su laguito, sus arboles podados como bonsais, faroles... y un altar. Todo tan en calma que no puedes evitar que la atmósfera se te incruste en cada poro.

Seguimos recorriendo todo el recinto entre edificios de templos, una pagoda, jardines, sakura, y haciendo fotos claro hasta que ya no podíamos distinguir más detalles de lo que veíamos. En ese punto decidimos acabar con las visitas, total, ya no quedaría nada más abierto, así que pensamos en ir andando sin rumbo fijo, eso si, después de comernos unos fideitos y arroz.

Tras comer recorremos calles pequeñas donde no se ve ningún turista, sólo gente del barrio, Tojiin, con tiendas locales, un pequeño mercadillo de libros y cds de segunda mano... hasta llegar a dos calles llenas de recintos de templos por los que se puede caminar sin más, así lo hacemos. La luz ya es bastante anaranjada, así que las fotos han quedado bastante bien. Y con las mismas llegamos hasta la estación de tren, pero como es pronto decidimos andar un poco más, sin rumbo fijo, sólo por andar en dirección opuesta a los pocos turistas que veíamos. Al final del paseo nos encontramos con una tienda de bonsáis increíbles. El dueño nos ve asomarnos y sale, nos abre la puerta y nos invita a entrar. Un paseo sin rumbo se convierte en un buen rato viendo como el jardinero da forma por completo a un pequeño arbolito que apenas era una espiga con cinco o seis ramas y acaba convertido en un precioso bonsái de formas sinuosas y equilibradas, eso si, repleto de alambre.

Contentos con el hayazgo volvemos a la estación y cogemos un tren que nos deja muy cerca del castillo de Kyoto que está iluminado, así que no debe estar mal del todo verlo a esas horas. Por el camino nos encontramos con un pequeño restaurante de teriyaki... allá que vamos, ¡que rico el pollo! Y un paseo alrededor del castillo después de nuevo hacia la estación, ya hacia el ryokan donde dormíamos. Pero claro, al llegar, pues ya se sabe, el ruido de las copas de sake nos atrae una noche más hacia una sakería, cerquita de la cama, por si acaso.

lunes, 6 de abril de 2009

Kyoto

Desde Takayama a Kyoto. Tres horitas de viaje. Nos levantamos en el templo y vamos a la estación cargaditos de mochilas. Taaaaarde. Nos quedan mas de 40 minutos de espera, así que a buscar algo de desayuno. Tras un par de vueltas decidimos preguntarle a alguien en nuestro perfecto japones... así que a la primera que pasa con una mascara puesta (algo muy normal por estos lares) le preguntamos... se quita la mascara y como no ve ningún sitio... pues se pone en cabeza de la expedición, ya nos daba hasta corte de lo que se recorrió en cabeza, pero al final encontramos un pequeño café. Te, tostada y un huevo poche, que bien suena, barato, rápido y al tren.

De nuevo los mismos paisajes pero esta vez sin nieve.

Medio dormidos y con ganas de dormir mas, llegamos a Kyoto. No tenemos sitio reservado, así que subimos a la novena planta de la estación central, a la oficina de atención al turista y menos mal que una agradable señorita, bueno dos, nos consiguen encontrar un ryokan para dormir cinco noches, eso si, dos noches en una habitación, otra noche en otro edificio anejo, y otras dos noches más en el primero. Pero la mujer que lo lleva es un encanto!!

Dejamos las cosas y aunque es bastante tarde decidimos buscar algo que quede abierto, a las cuatro y media de la tarde cierran casi todos los templos, museos y castillos. Cerca de la estación encontramos uno, enorme Higashi Honganji, pero en restauración, debe ser el año. Entramos sin que nos cueste nada por ello y recorremos descalzos los edificios de madera haciendo fotos donde nos dejan, claro. Aunque hay gente, por lo general permanecen callados, así que no hay apenas ruido que moleste mientras caminas... algún españolito que otro rompe un poco la norma, pero bueno, se nos tiene que notar allá donde vamos, supongo.

Al salir del templo ya si que no hay nada abierto, así que mapa en mano, nos intentamos dirigir hacia la zona de Gion, uno de los sitios que estaba en mi agenda desde el primer día del viaje. Decidimos huir de las calles principales por las que andan los turistas y nos internamos en las callejuelas del barrio, la gente nos mira con curiosidad al vernos pasar... y nosotros a ellos, aunque la falta de costumbre les hace apartar la mirada si no les saludas con una pequeña genuflexion (o argo). Al final cruzamos el puente sobre el río... pocos cerezos en flor en las orillas, una pena, y nos paramos a comer algo en un pequeño sitio de madera... mas fideitos ricos. Pedimos señalando las fotos, claro y los fideos están buenisimos, los mios ¡¡con anguila!!

Después de comer escogemos un callejón y a andar por el. Nos sorprende un poco que todas las casas parecen iguales y todas tienen farolitos rojos colgando en la puerta... así que les preguntamos a tres chicas que pasaban por allí y nos dicen que son las famosas casas de te de Gion, donde trabajan las geishas. Así que cámara en ristre, aunque está oscureciendo, ya empezamos a recorrer la calle.

Para mi sorpresa, una puerta se abre y deja entrever la cara pintada de blanco de una maiko, aunque apenas un segundo. Pensando en si suena la flauta, esperamos en la puerta. Sale una mujer con kimono y en un suave ingles me pregunta... quieres hacer fotografías a una maiko... tardo lo justito en responder que si. Entra en la ochaya de nuevo y sale una maiko. Cara blanca, kimono, obi... el que me conoce sabe lo que eso significa para mi. Con todo el respeto que puedo empiezo a hacerle fotos y ella aguanta incluso que me gire para hacerle fotos a una de las pocas partes de una maiko que esta sin pintar de blanco, el cuello. Los adornos, el obi... retratos... y se acabo. Por mi nos podríamos haber vuelto a Madrid en ese momento.

Seguimos recorriendo la calle y conseguimos que algunas maikos más que pasaban corriendo de una ochaya a otra nos dejen hacerles una foto, por lo normal solo una, pero es justo.

Y así recorremos Gion, el barrio de geishas de Kyoto, hasta acabar en un sitio un poquito cutre, fritangas a tutiplen, sake... una cena sanota vaya.

Después a Gion corner y a cruzarnos con una valenciana pija (insoportable) y un catalán que me daban ganas de abofetearle... "esperando a una geisha" me dice con ojos desorbitados... aparece una maiko y antes de poder acercarme a preguntar si le importa que le haga una foto el estúpido de el ya ha desenfundado el flash y le hace sietemil fotos seguidas... ni que decir tiene que la pobre salio huyendo despavorida... después que porqué no se dejan hacer fotos.

Con el mosqueo en el cuerpo llegamos a otro templo, iluminado, gigante, incrustado en un parque. Conseguimos ver gente pidiéndole a buda, paseando entre puestecitos que suponemos serán para una fiesta cercana. Paseando por el parque encontramos un enorme cerezo ya en flor completamente iluminado y repleto de gente haciéndole fotos, y poco mas allá mas cerezos, pequeños, con algún que otro japones de botellón!! al final nos acercamos a hacernos unas fotos con ellos, divertido, todos conocen al real Madrid, claro.

Y con esas volvemos a dormir, caminata de casi una hora viendo calles, alguna pagoda y algún templito pequeño.

Mañana sera otro día, pero antes de dormir... un poquito de sake.

domingo, 5 de abril de 2009

Takayama


Nos hemos levantado en Nagoya y nos esperan mas de 3 horitas de viaje en tren hasta Takayama. En teoría, pequeña aldea típica japonesa con tejados que llegan hasta el suelo hechos de madera y paja. En el viaje intentamos no dormir, unos mas que otros, para poder ir viendo el paisaje. Poco a poco el tren se adentra en las montañas, pero la sorpresa es que se empiezan a ver pueblos peque;os cubiertos de nieve!! Y nosotros sin un simple abrigo, algo harán los forros pero no se yo.

Menos mal que al llegar allí no nieva, pero sopla un viento helado muy divertido. El caso es que nos indican en la estación como llegar al sitio donde vamos a dormir. Un pequeño templo budista, que no tengo muy claro que siga en activo, sólo se ve a un bonzo, Tomi, que por suerte habla ingles, pero el sitio está genial. Todas las habitaciones son de tatami, a dormir sobre futones, y para llegar a la nuestra tenemos que descalzarnos, andar por un pequeño corredor de paneles de papel junto a un jardín con su riachuelo, linternas de piedra, arboles al estilo de los bonsais... de película. La única pega es que solo hay calorcito en las habitaciones, el resto del templo es tan gélido como la calle misma.

Salimos a recorrer la ciudad y ha salido un poco el sol, menos mal. Llegamos a la calle principal llena de tiendas para guiris, curiosas algunas, y entramos en una pequeña tetería-cafetería a calentarnos. Mi primer matcha.

Al salir de allí, llegamos al río, con un puente muy bonito y dos figuras que habrá que buscar su significado y giramos para entrar por un pequeño mercadillo donde me van dando a probar un montón de cosas en vinagre, bollitos y dulces, un poco de todo incluida la gente que es muy amable, eso si, casi acabo con dolor de espalda de inclinarme para responder los saludos de todo el mundo... arigato go dai masss!

Al final del mercadillo nos dirigimos hacia el templo más importante de Takayama que empieza con un tori gigante. El templo es bonito y aunque la ciudad, que de villa típica nada, está llena de turistas, allí no hay casi nadie. Recorriendo el templo encontramos un caminito que sube por la montaña y allá que vamos, el camino termina en otro pequeño templete desde el que se ve todo lo que hemos ido caminando. Y de repente aparece una viejecita desde dentro de una pequeña casita de madera... y nos empieza a hablar, muy dulce ella... pero en japonés... al final conseguimos saber que nos esta preguntando de donde somos, le decimos que españoles y resulta que habla un poquito, o eso dice, que trabajó en el hospital y allí había un sudamericano y le enseño un poquito... tras una extraña conversación sin enterarnos de la mitad de las cosas nos despedimos de ella y bajamos la montaña de nuevo.

Seguimos caminando por las calles y acabamos en otro templo enorme, pero no pudimos entrar, estaban rezando cánticos budistas, al menos pude asomarme por la puerta y escucharles, aunque sólo pude ver un poquito de nada. Y desde allí encontramos un par de calles típicas japonesas, con todas las casas de madera, antiguas casas de te y de samurais... aunque ahora están plagadas de turistas haciéndose fotos y montando en rickshaws. Atravesamos la calle como podemos.

Hacia la antigua villa, que resulta que esta a un buen tramo andando fuera de Takayama. A patita, pero como empieza a llover apenas veinte minutos después... a comer. Fideitos. Muy ricos en un pequeño sitio con apenas 8 sillas, pero que ricos los ramen!!

Al salir ya no llueve y conseguimos llegar a la aldea... que con tanto turista ha terminado siendo un parque temático. Todo vayado, limpito... pero sin mucha gente, menos mal. El caso es que el sitio es muy bonito, las casas son curiosas, se puede entrar en todas y ver como se distribuían las cosas hace años. Pero lo mejor... cuando decidimos que ya es hora de irnos, no hay nadie por allí. Y al dirigirnos a la puerta.... esta cerrada!!!! vamos que nos han dejado encerrados allí!!!! y no es que se esté muy calentito. Como no encontramos por donde salir, buscando hemos visto una caseta de madera que tiene encendido un fuego dentro y tiene maquinas de bebida, así que allá que vamos!!! tras hecharle madera al fuego y tomar algo calentito (yo un helado de te verde) estábamos de risas cuando llego un viejito. Le vimos de lejos, le saludamos, bajo la cabeza y siguió a lo suyo, así que nosotros a lo nuestro que hace frío fuera. Al cabo de un rato, vino, nos explico que estaba cerrado, nosotros que no teníamos reloj, y entre risas nos abrió las puertas para poder salir de allí, una hora mas tarde del cierre.

La noche acabo tranquila, unos takoyakis, un poco de arroz en otro sitio...y a dormir al templo.

Mañana a buscar sitio en Kyoto.