El caso es que nos clavaron un puñal de medio metro por la entrada del autobús, pero conseguimos llegar a la estatua, menos mal que no se la ve del todo mal, sus más de 100 metros de altura ayudan, todo hay que decirlo.
Al llegar ya llevábamos un buen rato viendo la estatua sobresaliendo sobre los arboles que la circundan, así que pagamos la entrada, otro estacazo, y entramos en el jardín. Sencillo, pero bonito. Flores, árboles, un pequeño estanque y koi, muchos koi hambrientos que daban buena cuenta de las bolitas de comida que los turistas les arrojábamos (vendían sobrecitos junto al estanque, todo bien pensado). Así que estuvimos un rato viendo como los peces saltaban, se retorcían, pasaban unos sobre otros mientras les arrojábamos la comida al agua, y seguimos hacia la estatua.La susodicha imagen tiene una entrada por su parte posterior que te permite subir hasta casi la cabeza para ver todo el terreno de los alrededores. En el interior tampoco hay mucho que ver, un pequeño museo con fotos y cuadros sobre Buda, su origen, su historia... y sobre la estatua en sí, cómo se construyó, las medidas que tiene, alguna sala con cientos de pequeñas figuras de buda, algún pequeño altar... pero tampoco es que merezca mucho la pena. Lo mejor son las vistas desde el piso superior.
Así que con las mismas bajamos, además tampoco teníamos mucho más tiempo para coger el autobús. Vuelta a la estación y a pensar como aprovechábamos nuestro último día de tren gratuito. Al final decidimos ir a Yokohama, al barrio chino más grande de Asia fuera de China, claro.
Más de hora y media en tren después llegamos a la estación de Yokohama. Encontrar el barrio chino no es complicado, los carteles amarillo fosforito es cierto que ayudan un poco también. Nada más salir del edificio ya se ve la primera puerta china que da acceso al barrio. En teoría hay cuatro, una en cada punto cardinal, pero yo juraría que había más. Y el barrio chino, pues bueno, mucho chino hablando japonés, cosa que me extrañó, precios japoneses, tiendas y restaurantes chinos, eso sí... así que aprovechamos para probar algún que otro din sum, que me encanta y que nos encantó, además salía barato. Y poco más, tampoco dio mucho más de sí. Una vuelta al barrio y de nuevo hacia Tokyo a dar una vuelta por Asakusa y Hueno, el mercado de recuerdos, ropa y comida, las tiendas de electrónica, alguna tienda de comics manga donde comprar algún recuerdo que otro y un agradable paseo hacia el barrio de nuevo.Al nuevo hotel, curioso. Todas las habitaciones individuales con su futón, algo más de medio metro del futón hasta la pared para dejar las mochilas, una estantería con una tele y debajo una mini-nevera... y ya, bueno, un pequeño balconcito con vistas, jeje.




















