miércoles, 13 de mayo de 2009

De Matsuyama a Hiroshima

Un nuevo día con excursión incluida. No empezamos muy bien, nos hemos levantado un poco más tarde de lo debido y al final por cinco minutos no hemos cogido el tren, una hora de espera en la estación. Y nos quedan 4 horas de tren hasta Hiroshima.

Cuando llegamos a Hiroshima apenas tenemos tiempo para ir a ver la zona donde cayó la bomba, el museo de la paz y salir corriendo de nuevo al siguiente sitio. Así que salimos más o menos deprisa de la estación en dirección a la zona del museo, son calles como las de cualquier otra ciudad con sus carteles en japonés, sus mendigos, un Zara, lo normal de cualquier ciudad vaya.

Al llegar al dome, el único edificio que ha quedado en pie del lugar en el que estallo la bomba atómica, la visión es algo impresionante. Un jardín, una valla y las ruinas del edificio con su cúpula medio derruida no es que te trasladen al momento en el todo sucedió, pero ayuda.

El parque está lleno de pequeños monumentos a las victimas, a los niños que sobrevivieron y después murieron de cáncer, una llama eterna… y el museo de la paz. Cuando llegamos a la puerta cruzaron por delante de nuestras caras un grupo de ancianos, todos en silla de ruedas, que no estoy seguro que fuesen victimas de aquello, pero te da que pensar. Y entramos al museo.

La primera sala intenta contar las guerras y conflictos en los que estuvo envuelto el país intentando encontrar una explicación plausible para que Japón entrase en la segunda guerra mundial. La segunda parte del museo entra de lleno en la guerra, fotografías del antes y el después de las bombas, las escuelas después del estallido… Y la tercera parte… la tercera parte no puedo explicarla, ya no me quedaba estómago para seguir viendo todo aquello y no pude por más que salir de allí como pude.

La vuelta a la estación la hicimos en autobús, más rápido, apenas nos quedaba tiempo para llegar al santuario de Itsukushima y su Torii acuático. Media hora de tren, en teoría, y después un pequeño paseo en barco para llegar hasta la isla de Miyajima. El tori puesto en mitad del agua para que entrasen por él los peregrinos que llegaban en barco. Entramos casi de los últimos al templo pero entramos.

La única pega es que la marea no está muy alta y la visión del tori en el agua no queda igual, pero el paseo por las pasarelas del templo merece la pena. Sobre todo porque a estas horas ya no hay mucha gente por allí paseando y se puede caminar tranquilo, hacer fotos… andar entre los ciervos, que también hay alguno. Y vuelta al barco, a la estación, a Hiroshima… media hora perdida entre un sitio y otro. La siguiente parada en Okayama, el último transbordo… una hora y media de espera nada más y nada menos hasta que salga el siguiente tren hasta Matsuyama. Nos acabamos de quedar sin fiesta nocturna. Sin comentarios. Al final acabamos tomando una cerveza con Javier y charlando tranquilamente un par de horas.

El día siguiente… nos vamos. Una lástima, sobre todo porque nos podíamos haber quedado un par de días más, pero bueno, haremos lo que teníamos previsto.

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