martes, 5 de mayo de 2009

Kyoto 4



Otro día más en Kyoto, ya nos quedan menos, pero este hemos decidido empezar por el santuario Fushimi Inari-Taisha. Lo primero... un desayuno en la misma estación de tren, frente a Rocket Boy y la Kyoto Tower. Y después al tren, a hacer uso del Japan Rail Pass.

La parada del tren está prácticamente en el mismo Torii de entrada al recinto del santuario así que es fácil encontrarlo esta vez, además si andas torpe y no ves el tori que ya es difícil sólo tienes que seguir la marea de turistas y solucionado.

Este santuario es muy conocido por tener un camino de cuatro kilómetros bajo tori, la gente devota del santuario dona tori y los van colocando uno tras otro en el camino que une los diversos altares y edificios del recinto, así que se convierte en una curiosa visita sobre todo al principio. Pero antes de llegar tuvimos la suerte de poder ver una ceremonia shintoista, rezos y danzas incluidos en el lote, aunque en teoría no se pueden hacer fotografías directamente a los monjes y monjas.

Tras un rato viendo la ceremonia pasamos otro buen rato intentando hacernos fotos en la entrada del camino de tori, claro que eso mismo es lo que hace todo turista que se precie al llegar al sitio en cuestión. Pero bueno, con las mismas empezamos a ascender por el camino entre reflejos rojos viendo algún farol aquí y otro allá, fotos, más turistas, más altares, algún lago con sus patos... lo cierto es que el camino está curioso hacerlo, aunque después de un par de kilómetros estas de escalones y camino... Lo más interesante sin duda es alejarse lo más posible de la entrada y cada vez quedan menos turistas por el camino, así que prácticamente recorrimos los cuatro kilómetros intentando fijarnos en las diferencias entre un altar y otro, que no es fácil. Pero así vimos todo tipo de animales, figuras y estatuas, unas abrigadas, otras no... hasta que volvimos a aparecer de nuevo en la entrada del recinto.

Otra vez al tren, otra vez hacia la estación central de Kyoto y una vez allí... a patita hasta la siguiente parada... Sanjusangendo. El pabellón de las 1001 estatuas de Kannon. El recinto en sí no es gran cosa, un jardín normalito con algún que otro árbol en flor y poco más. Pero el edificio es otra cosa. Por fuera es una mole enorme de madera, con forma rectangular (que se aprovechaba antiguamente para un concurso de tiro con arco en el que ganaba el que consiguiese hacer llegar una flecha de una punta a otra del edificio) y por dentro... una maravilla. 1001 estatuas de la diosa Kannon, todas diferentes, todas distintas. Frente a ellas los 4 guardianes de los puntos cardinales y los 12 generales protectores. Las tallas son impresionantes. Y sobre todo la estatua central, Buda, no podía ser de otra manera. Lo malo es que no dejan hacer fotografías y en fin... la anécdota del día mejor que la cuente otro, pero digamos que el que salió pringando es el que escribe.

Lamentando no haber podido hacer alguna foto decente del interior nos dirigimos hacia Kiyomizu Dera, uno de los templos más característicos de Kyoto por su terraza de madera desde la que se puede ver casi toda la ciudad. Con esas mieles era de suponer que iba a estar hasta arriba de gente y no nos equivocamos, no. El camino de ascenso al templo está repleto de tiendas, gente y entre ellas, muchas mujeres, adolescentes y niñas con kimono, así que a pesar del calor resulta entretenido ir buscando modelos que posen para las fotos. Ya una vez arriba, tras unas cuantas fotos más, entramos al templo. Casi al principio hay colocado una especie de prueba de fuerza. En una especie de caja de madera hay unas sandalias, al estilo de las de buda pero, de metal. Estas se levantan sin problemas. Pero además hay una vara de hierro, que sin mucho esfuerzo se puede levantar. Pero la tercera, je. Una enorme barra de hierro que nadie y digo nadie consigue levantar por si solo. Claro que después de intentarlo nosotros aparece por allí una excursión de algún equipo deportivo que intentan levantar la barra en cuestión entre dos sin conseguirlo y claro... los españolitos al rescate... entre dos si se consigue levantar entre la algarabía de todos los presentes, ale, ya tenemos ego para otro rato más, jeje.

Efectivamente las vistas son bonitas desde la terraza, la ciudad, el jardín con sus árboles en flor incluyendo algún que otro cerezo, y casi al final de la visita, una fuente de agua en la que trae suerte hacer la ceremonia de purificación, con lo que toooodo el mundo quiere pasar por ella. Nosotros no. Seguimos por nuestro camino y nos alejamos poco a poco del templo en dirección a la estación de nuevo, hacia el sitio en el que íbamos a comer. Esta vez, comida rápida, pero nada de hamburguesas... arroz y fideos y más fideos y más arroz.

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