El último día en Kyoto. Las visitas previstas son el castillo de Kyoto y la Ciudad Imperial. Empezamos por Nijojo, la residencia del shogun Tokugawa, que ya sabemos cómo llegar. No tiene nada que ver con lo que vimos de noche, pero tampoco está mal. Le falta algún árbol en flor pero aún así el foso y el muro impresionan. Tras entrar por la puerta principal nos dirigimos al edificio principal, la zona del palacio donde no nos dejan entrar con los trípodes, pero si dejan hacer fotos.
Lo primero que me llama la atención es el suelo. De madera, si, como casi todos, pero con un curioso sistema de alarma. Está construido de forma que cada paso que se da por los pasillos hace que la madera rechine con un sonido totalmente reconocible, lo que hacía que fuese bastante complicado hacer excursiones nocturnas por el palacio. Además las salas y sus paneles de papel están completamente decoradas por pinturas de artistas reconocidos en la época, todo motivos naturales, cerezos en flor, peonias, pinos, águilas... también es curioso ver las reproducciones que han hecho en alguna de las salas de cómo funcionaba la corte, sobre todo una en la que han colocado figuras que representan al shogun y sus consejeros recibiendo a los daimyo del reino, curioso.
Ya en el jardín, con calorcito, paseamos entre árboles y algún que otro estanque, pero sin flores, ni en el suelo ni apenas en los árboles. Pero uno de los jardines es de los más bonitos que se pueden ver por allí, un puente de piedra, un pequeño salto de agua... para quedarte horas mirando.
El timo del día es un cartelito, si alguien va que no pique, que indica... "ceremonia del té, 700 yens". De ceremonia nada de nada, un té servido en una autentica casa de té, eso si, rodeado de un bonito jardín, tampoco está de más decirlo, pero nada más. Un cuenco de te verde y un dulce de arroz con cereza y ya. Pero bueno, por intentarlo que no quede.
Con las mismas salimos del castillo a buscar el Palacio Imperial. Llegamos a un palacio neoclásico donde se encuentra ahora el gobierno municipal y que en principio nos han dicho que es donde se encuentra la ciudad en cuestión, pero nada de nada. Menos mal que al menos en el patio interior tienen unos cuantos cerezos en flor y podemos descansar bajo ellos un rato.
Y a andar por el barrio, sin rumbo fijo, de calle en calle hasta que llegamos al Jardín Nacional de Kyoto, la Ciudad Imperial. Cogemos hora para entrar en el recinto del palacio y mientras llega nuestro turno nos dirigimos hacia una zona con cerezos ya abiertos a hacer unas cuantas fotos. Está lleno de gente haciendo lo mismo, comiendo, niños jugando en los columpios, bastante bucólico todo. Y alé, como borreguitos al palacio. Una guía en inglés nos cuenta un poco la historia del sitio, el estilo de la construcción, las puertas de entrada, el uso que tuvo en su día el palacio... y después de paseo, todos juntitos, todos sin hacer caso a la guía, todos haciendo fotos... un poco guiri el tema, pero bueno. De nuevo lo mejor es el jardín con su estanque y su puente incluidos.
Al salir nos dirigimos de nuevo hacia la zona de los cerezos que están en flor, con la suerte de encontrarnos a tres geishas, bueno, una maiko, su hermana mayor y suponemos que la dueña de la okiya a la que pertenecen, pero el caso es que mientras todo el mundo estaba mirando como otra mujer les hacía fotos, llegué, pregunté y me concedieron hacerles fotografías... 90, y porque ya me daba corte seguir haciéndoles más. Menudo aguante las pobres. Y las fotos geniales.
Después de eso, con el día hecho, un descanso en el césped del jardín, un poco de chi kung y un paseo de nuevo hasta la estación para volver al barrio a comer. Pero antes un paseito hasta otra pagoda, aunque cuando llegamos, ya entrada la noche, el recinto estaba cerrado, una pena, tiene buena pinta Toji.
Y nuestra última noche en Kyoto ha llegado, un poco de comida, un par de correos a la familia, y a dormir. Mañana Koyasan o Nara, ya se verá.
Lo primero que me llama la atención es el suelo. De madera, si, como casi todos, pero con un curioso sistema de alarma. Está construido de forma que cada paso que se da por los pasillos hace que la madera rechine con un sonido totalmente reconocible, lo que hacía que fuese bastante complicado hacer excursiones nocturnas por el palacio. Además las salas y sus paneles de papel están completamente decoradas por pinturas de artistas reconocidos en la época, todo motivos naturales, cerezos en flor, peonias, pinos, águilas... también es curioso ver las reproducciones que han hecho en alguna de las salas de cómo funcionaba la corte, sobre todo una en la que han colocado figuras que representan al shogun y sus consejeros recibiendo a los daimyo del reino, curioso.

El timo del día es un cartelito, si alguien va que no pique, que indica... "ceremonia del té, 700 yens". De ceremonia nada de nada, un té servido en una autentica casa de té, eso si, rodeado de un bonito jardín, tampoco está de más decirlo, pero nada más. Un cuenco de te verde y un dulce de arroz con cereza y ya. Pero bueno, por intentarlo que no quede.
Con las mismas salimos del castillo a buscar el Palacio Imperial. Llegamos a un palacio neoclásico donde se encuentra ahora el gobierno municipal y que en principio nos han dicho que es donde se encuentra la ciudad en cuestión, pero nada de nada. Menos mal que al menos en el patio interior tienen unos cuantos cerezos en flor y podemos descansar bajo ellos un rato.
Y a andar por el barrio, sin rumbo fijo, de calle en calle hasta que llegamos al Jardín Nacional de Kyoto, la Ciudad Imperial. Cogemos hora para entrar en el recinto del palacio y mientras llega nuestro turno nos dirigimos hacia una zona con cerezos ya abiertos a hacer unas cuantas fotos. Está lleno de gente haciendo lo mismo, comiendo, niños jugando en los columpios, bastante bucólico todo. Y alé, como borreguitos al palacio. Una guía en inglés nos cuenta un poco la historia del sitio, el estilo de la construcción, las puertas de entrada, el uso que tuvo en su día el palacio... y después de paseo, todos juntitos, todos sin hacer caso a la guía, todos haciendo fotos... un poco guiri el tema, pero bueno. De nuevo lo mejor es el jardín con su estanque y su puente incluidos.

Después de eso, con el día hecho, un descanso en el césped del jardín, un poco de chi kung y un paseo de nuevo hasta la estación para volver al barrio a comer. Pero antes un paseito hasta otra pagoda, aunque cuando llegamos, ya entrada la noche, el recinto estaba cerrado, una pena, tiene buena pinta Toji.
Y nuestra última noche en Kyoto ha llegado, un poco de comida, un par de correos a la familia, y a dormir. Mañana Koyasan o Nara, ya se verá.
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