viernes, 18 de diciembre de 2009
Sobre mi propio blog
jueves, 3 de diciembre de 2009
Miedo y asco en Alcalá
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/12/02/madrid/1259775563.html
http://www.20minutos.es/noticia/579942/0/obispo/alcala/franquista/
http://www.elpais.com/articulo/madrid/obispo/bandera/franquista/elpepuespmad/20091203elpmad_1/Tes
http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/obispo-alcala-oficio-misa-pasado-domingo-junto-bandera-franquista/csrcsrpor/20091202csrcsrsoc_10/Tes
He intentado encontrar la noticia en la cadena cope pero no he sido capaz, si alguien la encuentra que cuelgue el enlace.
viernes, 27 de noviembre de 2009
El móvil
Por fin he conseguido despegar las sábanas de mi cuerpo. Y mientras cumplo con los rituales de la mañana una idea se me viene a la cabeza. Creo que quiero un móvil. Si. Uno de esos con los que conectarse a Internet y poder leer la prensa diaria, que si fuese semanal tampoco se notaría mucho y si me apuras, incluso si fuese anual se aprovecharían mejor los árboles con los que producen sus páginas. Tampoco estaría mal que tuviese navegador, podría saber en todo momento donde me ando cuando paseo por la ciudad tan absorto en mi pensamiento que, de vez en cuando, no se ni donde he ido a parar. Ya borbotea mi café en la cafetera y su aroma inunda mi casa. Lástima no tener una de esas de los bares que dejan sacar la espumita de la leche que deja manchados los bigotes tras el primer sorbo, me pregunto cómo estaría ese tal Clooney si se dejase bigote para sus anuncios de la máquina esa.
Con mis nuevos pantalones, bien planchados, sin las arrugas que le dejó el infame doblez con que la simpática señorita de la tienda del centro comercial, los metió en la bolsa, salgo a la calle sin poder evitar que mi vecina, la del quinto, me mire de arriba abajo cuando me cruzo con ella en el descansillo – buenos días doña Julia – a saber que estará pensando pero por ceño fruncido creo que no me tiene en mucha estima. Creo que mejor será moreno. Si. Será más fácil que los lectores se identifiquen con alguien moreno que con alguien pelirrojo, al fin y al cabo, vivimos donde vivimos.
Con un rumbo definido esta vez, me dirijo en busca de una tienda donde comprar el móvil de mis sueños, o de mis vigilias. Claro que tampoco se muy bien donde ir, nunca antes he tenido móvil.
En menos de cinco minutos, un cartel azul con letras enormes me deja claro que allí podré encontrar lo que busco, y tras ser atendido por una quinceañera de piercing y tattoo en el cuello, salgo de allí con un cacharro que hace de todo. Me dice las canciones que suenan en la radio o en los bares, puedo leer los periódicos, saber el tiempo que va a hacer sólo tocando la pantallita, ¡puedo incluso hacer fotos por la calle mientras camino! Ah si, y llamar. Vuelvo a mi casa tan concentrado en mi juguete nuevo que si alguien me ha saludado al pasar debe estar pensando que soy el tipo más borde de la ciudad. Ya en casa enciendo la radio, a ver si es verdad que esto reconoce lo que suena. Y lo que suena es un tema de esos de música negra, pulso en la pantalla… “all night long”, pues si que funciona. Después de un rato, unas cuantas emisoras y canciones me convenzo a mi mismo de que si funciona el invento. ¡Ya podré saber de quién son las canciones que más me gusten mientras las escucho!
Ya ha pasado una semana desde que compré mi móvil. Me sigue divirtiendo eso de saber las canciones que suenan y saber si podré asomarme a la ventana a contemplar la calle vacía mientras llueve… o no. Y ya tengo profesión para mi personaje. Informático. Un moreno informático que vivirá en un loft en el centro de una gran ciudad y que se divierta en los pubs de moda y coma con gente vip todos los días mientras programa webs para BMW, Mercedes y Coca Cola. Lo que no se es cómo suena mi móvil cuando alguien me llama. Aún no he tenido ninguna llamada, todo llegará.
Ya son dos las semanas que han pasado desde que compré el móvil. Y no se, algo raro pasa porque hoy estaba escuchando un programa, carne cruda creo que se llamaba, aunque me parece un nombre un poco raro para un programa de radio, y una de las canciones que sonaba me gustó, pero no pude saber quién la canta, el cacharro este me decía una y otra vez que no reconocía eso. Será casualidad. Menos mal que en la web de la emisora si ponían el grupo que era. Y si, resulta que el nombre del programa es carne cruda, me pregunto a quién se le habrá ocurrido el nombrecito. Así que decido bajar a buscar el disco. Pulso mis botoncitos, pongo en el buscador “tienda de música” junto al nombre de mi calle y no tardo mucho en encontrar una cercana. Ya en la calle dejo que el navegador me lleve hasta la tienda. Cerrada. A cal y canto. Las ventanas tapiadas con maderas llenas de pintadas de graffiti. No me queda otra que ir al Corte Inglés. Ese no cierra. Le pregunto a la dependienta por el grupo en cuestión… no lo conoce, ni le suena de nada. Busca en su ordenador mientras pienso que es un poco raro que trabajando en una tienda de música de El Corte Inglés no conozco un grupo que suena en la radio. ES lo que tiene contratar gente tan joven para estas cosas, supongo. La chica me mira muy seria para decirme que en el ordenador tampoco le sale nada con ese nombre, que igual me he equivocado. Con un grado más en mi enfadómetro, le pongo la página en que lo encontré – lo ves, no estoy equivocado, vosotros sois los que no sabéis de música.
Tres semanas. Mi moreno informático no tiene nombre aún y ya le han echado del trabajo. He decidido que lo de las páginas web igual suena un poco pedante. Mejor que sea el dueño de una tienda de ordenadores en el centro. No le va mal tampoco, hay mucha oficina alrededor y mucho yuppie necesitado de portátil último modelo al que cobrárselo bien cobrado. Ahora vive en un pequeño ático cerca de su tienda y se bebe sus cervezas en el bar de Paco, el de toda la vida, ese que han restaurado hace poco y han convertido en un gastrobar de moda con pintxos de todas clases a 2 euros cada uno. Y está lleno todos los sábados y domingos.
Mi móvil aún no ha sonado. La mitad de las canciones que escucho sigo sin saber quién las canta. Y la mitad de las veces me mojo cuando me dice que va a hacer sol y parezco medio tonto mirando por la ventana con un chocolate caliente mientras la gente va por la calle en manga corta. Voy a encender la televisión de nuevo, al menos se que, lo que estoy viendo, es lo que hay suelto por el mundo.
Tres horas y un placentero sueñecito después me dirijo a mi cama mientras me asalta una duda… ¿porqué decidí comprar el móvil aquel día?
jueves, 29 de octubre de 2009
Comer Amargo
Alguno se preguntará qué tiene que ver entonces el título de todo esto, comer amargo. Un antiguo maestro explicaba así la práctica del Taichi a sus futuros alumnos, refiriéndose a que todo aquel que empieza su aprendizaje debe sufrir y conocer el sufrimiento con la practica para poder alcanzar un mayor conocimiento tanto del arte marcial en si, como de si mismo y todo lo que conllevan ambas cosas. Esto que parece tan volátil también su sencilla explicación física. Las piernas duelen como un demonio cuando empiezas a practicar a poquito que te lo tomes en serio. La postura básica tanto para el taichi chi kung como para el taichi chuan, las dos partes principales del taichi, incluye tener los pies separados a la distancia de los hombros, flexionar las rodillas (la parte dura del asunto), movilizar la cadera para dejar el sacro escondido y de paso hacer que toda la columna vertebral quede perfectamente alineada finalizando con un leve estiramiento del cuello metiendo la barbilla hacia adentro para que la parte más alta también quede recta, como el resto. Probad a permanecer así durante unos minutos y después tratad de imaginad a los sufridos aprendices de entonces a los que se les tenía, a veces incluso durante varios años, en esta postura durante años sólo para comprobar si su persistencia era lo suficientemente fuerte para hacerse merecedora de las enseñanzas del maestro. Esto ahora ha cambiado mucho, evidentemente, pero aún así, esta postura es la que se debe utilizar durante las clases y durante la práctica diaria personal si se quiere hacer correctamente, y no es fácil. Pero esta amargura se endulza de papila en papila. Las piernas se endurecen, el equilibrio aparece y mejora día a día, va desapareciendo el cansancio, el estrés de la vida diaria, aumenta la concentración, se tonifican los músculos y con el paso del tiempo mejoran los órganos internos, los tendones, los ligamentos, los músculos. Si ya se que resulta muy difícil de creer, pero el que no lo crea lo tiene sencillo, que lo pruebe.
No hace mucho, un profesor me dijo que todos los que practicamos taichi tenemos algo que necesitamos mejorar a nivel personal, y posiblemente tiene mucha razón. Quizá por eso se crea ese ambiente tan diferente cuando nos juntamos unos cuantos alumnos y profesores. Se tiene la sensación de estar en familia, se tiene la sensación de que todo el mundo te entiende, se tiene la sensación de que todo el mundo está dispuesto a ayudarte si lo necesitas de forma completamente desinteresada. No hay juicios ni prejuicios, hay una total libertad para expresar los sentimientos y pensamientos según se crea necesario. Los “escudos” personales se hacen completamente innecesarios en este entorno con lo que todo tú aflora al exterior sin tapujos dejando a la vista de todos todo lo bueno y lo malo que uno lleva dentro. Aparentemente esto puede llegar a asustar, y lo hace, pero también te coloca delante de un espejo en el que mirarte a ti mismo. Un espejo que no tiene nada de mágico pero si te dice quién es la más guapa del reino y de paso también la más fea, la más avariciosa, la más vengativa, la más vergonzosa y la más amable. Sobre todo si alguna de ellas eres tú mismo y esa es la mejor manera de ser consciente de todo lo que necesita un cambio. Se dice que un alcohólico no deja de serlo hasta que no es consciente de que lo es y puede pedir ayuda. Pues aquí muchas veces no eres consciente de tus problemas ni has pedido ayuda, pero cómo negar lo evidente. Todos necesitamos cambiar partes de nosotros mismos aunque la mayoría de las veces ni siquiera seamos conscientes de ello y podríamos dejar este mundo sin saberlo nunca, aunque los que nos rodean lo supiesen perfectamente. Pero ¿porqué no ser mejor?. Y no digo mejor que los demás, sólo mejor. Mejor persona, mejor hombre o mejor mujer, mejor padre o hijo o hermano o amigo. ¿Porqué no?
Todo eso me ha traído la practica del taichi amen de conocer a bellísimas personas de las que sigo aprendiendo todos y cada uno de los minutos que paso a su lado, y no digo que sean los únicos de los que aprendo, que no lo son, pero quizá me hayan enseñado partes de mi mismo que el resto de los que me conocen tenían escondidas o aceptadas y no hacían que pudiese verlas. ¿Y todo esto gracias al taichi? Pues supongo que en parte si y en parte no. Supongo que ya andaba yo un poco borracho cuando decidí bajar a recibir mi primera clase.
miércoles, 22 de julio de 2009
Día 20. La caminata y las dollys.
Sin rumbo fijo decidimos caminar hasta que nos cansemos y al final acabamos atravesando medio Tokyo. Llegamos hasta Shimbasi y de ahí a Tsukiji. Y en ese punto decidimos coger un metro hasta Hueno y de nuevo caminar hasta el hotel, tranquilamente. Un día menos.
miércoles, 15 de julio de 2009
Día 19. Tokyo y el madrugón.
Otro madrugón más. Y van dos seguidos. Seguimos con ganas de ver el mercado de Tsukiji, al menos el que viste y calza, así que… no queda otra. Aún así cuando llegamos ya han terminado las subastas de atún rojo, una lástima. Pero mira, nos hemos vuelto a encontrar a unos italianos con los que compartimos un ratillo en la tienda de los dragones pintados de Nikko, también es casualidad con la de guiris que tienen que andar circulando por Japón. De todas maneras, con subasta o sin ella, el mercado es una visita más que recomendable. Es impresionante ver cómo mueven mercancía constantemente de un lado para otro como si todo el mundo fuese sobre raíles prefijados a una velocidad tremenda transportando además todo tipo de pescados y mariscos. Pero casi es más curioso ver cómo los venden, las cajas en las que están, como unas de anguilas medio vivas pero desangrándose poco a poco que nos encontramos por casualidad. Tampoco es desdeñable ver como van cortando en trozos más manejables los enormes atunes rojos que llegan congelados al mercado, la mayoría, por cierto desde nuestro metieran. ¡El 80% de los atunes de hecho provienen de los barcos atuneros españoles que faenan en el mediterráneo! Por si acaso a alguno que lea esto quiere ir o tiene pensado ir… dos cosillas… ¡no os pongáis chanclas ni pantalones que arrastren o acabareis con un estupendo olor a pescado en vuestro pies! Os lo digo por experiencia.
Al salir del mercado, no podía ser de otra manera, apetece comer pescadito. Crudo, claro. Así que volvemos al mismo sitio que la primera vez, volvemos a escuchar a los cocineros saludarnos y darnos la bienvenida con un estupendo grito. Y decidimos seguir probando más cosillas, lo mejor sin duda, el “toro”. No he probado bocado más exquisito en mi vida, y ya llevo unos pocos años encima.
Tampoco tenemos mucho más pensado para hoy, más que andar por todos los barrios que podamos y seguir empapándonos todo lo que podamos de Tokyo, sus calles y sus gentes. Así que decidimos buscar una librería donde poder comprar un diccionario de japones-español. Paramos a un chaval en bici, le preguntamos si entiende inglés… un poco nos dice. Menos mal que era un poco, ¡nos costaba seguirle en sus explicaciones! Pero nos indicó perfectamente como llegar hasta la librería más cercana. Aunque no encontramos lo que buscábamos. Seguimos haciendo caso a nuestro guía y nos dirigimos a otra de las calles que nos indicó. Volvemos a preguntar, a un hombre con pinta de ejecutivo. No solo nos explica como llegar sino que, cómo no era del barrio, el se ocupa de irse, preguntar vete a saber a quién, volver donde nos había dicho que le esperásemos, llevarnos “de la manita” hasta un centro comercial, subirnos hasta la segunda planta, para acabar diciéndonos… -esa chica de allí habla inglés por si tenéis que preguntar algo, y en aquella estantería están los diccionarios-, pocas gracias le dimos la verdad.
Y el resto del día, andando. Atravesamos Shinjuku, Asakasa, Ropongi Hills (copia de la torre Eiffel incluida) hasta un parque donde nos encontramos con una pareja. Un inglés que había trabajado en Francia y España y una japonesa que había vivido en Australia, lo más normal por allí. La conversación estuvo muy divertida… para mi, el resto andaban descansando en un banquito del parque.
Seguimos andando sin rumbo fijo, pero cuando vimos un cartel… desde donde estábamos hasta el barrio en el que había empezado a andar… por la tarde… ¡9 kilómetros! Metro y al barrio, jeje. No sin antes encontrarnos con una extranjera que andaba buscando a otros extranjeros y no sabía muy bien como encontrarlos.
Aprovechamos para comprar las mochilas que vimos el día anterior para meter los regalos. No nos cabe todo ni de casualidad. Ya veremos cómo lo hacemos.
miércoles, 10 de junio de 2009
Día 18. Tokyo
Así que ya sin prisas pensamos en desayunar, y como la tristeza levanta el hambre... ¡un tazón de soba con tempura muy rico! Un rato después, ya con otra sonrisa en la cara, jeje, pensamos en andar hacia algún barrio, nos dirigimos a Shinjuku, al parque Yoyogi y el santuario Meiji, uno de los santarios shintoistas más importantes de todo Tokyo y que más devoción despierta entre los japoneses.
El parque es bastante grande, con altos árboles y avenidas. Tras atravesar un par de toris gigantes, llegamos al santuario. Están celebrando una ceremonia en la que podemos ver a algunos monjes al fondo, pero no podemos acercarnos demasiado, el paso está cortado. Entre foto y foto, sin darnos cuenta, otro monje se acercó a un gigantesco tambor y comenzó otra ceremonia más. Salí corriendo para ver si conseguía hacer fotos, pero no es que hayan quedado muy bien. Al menos pude observar esta ceremonia más de cerca.

Bajamos del edificio y seguimos caminando en dirección a uno de los parques, enorme, 200 yenes eso sí, pero merece la pena y mucho. Está lleno de cerezos en flor, la gente bajo ellos comiendo y bebiendo, paseando entre los laguitos, los niños jugando al beisbol... igual alguno piensa que es una chorrada, pero ponerte a descansar bajo la sombra de un cerezo, con ese panorama delante mientras los pétalos caen sobre uno como una interminable lluvia... es de las cosas más relajantes y bonitas que he visto hasta la fecha.

martes, 2 de junio de 2009
Sushi y Kabuki

Al terminar de ver los jardines decidimos ir hacia el mercado de pescado, Tsukiji, andandito por Shibuya. En dirección al mercado se encuentra el Kabuki-za, el teatro de Kabuki permanente y preparado por si algún guiri quiere ver alguna obra, te permiten entrar a un sólo acto. Así que aprovechamos, era una de esas cosas que quería hacer desde el principio, así que un acto es un acto. Y no fue algo que no esperase. Menos mal, eso sí, que cogí una audio-guía que te iba contando lo que ocurría, los personajes, porqué actuaban de aquella manera, los significados de las canciones... aún tengo la entrada guardada. Y el edificio en si es curioso. Con varios siglos de antigüedad está enclavado entre edificios de cristal y hormigón. Uno con carteles de los actores con sus vestidos tradicionales, los otros con carteles del McDonalls, Zara y demás cadenas borreguiles, curioso contraste, uno más.

Y ya poca tarde nos queda, decidimos intentar entrar en un parque que está cerca del mercado, pero al llegar, ese día estaba cerrado y no se podía entrar, pero el paseo dio sus frutos. Dos modelos vestidas con kimonos tradicionales, y su fotógrafo correspondiente, me dejaron sacar alguna que otra foto y además la charla con el fotógrafo fue muy agradable, sobre España, Japón, sus gentes y sitios...
Y con las mismas pensamos que no sería mala idea volver al mercado de Asakusa para ir buscando regalos para la vuelta... buena idea para todos menos para nuestros bolsillos... ¡¡menudo palo en Kokeshis!!
miércoles, 27 de mayo de 2009
Daibutsu amida
El caso es que nos clavaron un puñal de medio metro por la entrada del autobús, pero conseguimos llegar a la estatua, menos mal que no se la ve del todo mal, sus más de 100 metros de altura ayudan, todo hay que decirlo.

La susodicha imagen tiene una entrada por su parte posterior que te permite subir hasta casi la cabeza para ver todo el terreno de los alrededores. En el interior tampoco hay mucho que ver, un pequeño museo con fotos y cuadros sobre Buda, su origen, su historia... y sobre la estatua en sí, cómo se construyó, las medidas que tiene, alguna sala con cientos de pequeñas figuras de buda, algún pequeño altar... pero tampoco es que merezca mucho la pena. Lo mejor son las vistas desde el piso superior.
Así que con las mismas bajamos, además tampoco teníamos mucho más tiempo para coger el autobús. Vuelta a la estación y a pensar como aprovechábamos nuestro último día de tren gratuito. Al final decidimos ir a Yokohama, al barrio chino más grande de Asia fuera de China, claro.

Al nuevo hotel, curioso. Todas las habitaciones individuales con su futón, algo más de medio metro del futón hasta la pared para dejar las mochilas, una estantería con una tele y debajo una mini-nevera... y ya, bueno, un pequeño balconcito con vistas, jeje.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Nikko
En el tren vamos prácticamente solos, junto a una familia un tanto peculiar, una abuela, japonesa, una madre, que no es japonesa y su hija que tampoco es japonesa pero habla japonés... inglés, ruso... así que el viaje no es muy aburrido.
Llegamos a la estación de Nikko y entramos en una oficina de turismo a conseguir un mapa y algo de información, sencillo, nos dan todo en inglés. Para llegar a la zona donde se agrupan los templos tenemos que atravesar todo el pueblo, andando por una calle comercial, lógico, por ella andan todos los turistas, llena de tiendas de recuerdos, restaurantes, hoteles con onsen...

El recinto de Rinno-ji abarca quince templos y es patrimonio de la humanidad, ¡como para verlos todos! El primero que entramos a ver es uno de los más impresionantes, aunque por fuera no lo parezca, Sanbutsu-Do, guarda tres estatuas de ocho metros cada una de Buda Amida, Senju Kannon y Bato Kannon así como más tesoros que aunque llamen menos la atención son igual de importantes, sutras, estatuas... salimos del edificio y caminamos en busca del segundo que podemos visitar con nuestras entradas. Jardines, linternas, altares...
Aunque ya habíamos visto el principal reclamo de Nikko, aún nos quedaban varios símbolos más de la ciudad. Para ver uno de los más conocidos atravesamos varios caminos por la montaña hasta llegar al Tori Ishidori junto a una pagoda, unas escaleritas y tras ellas, en otro edificio más, los tres monos. Esos que todo el mundo conoce pero nadie sabe de donde salen... uno con las manos tapándose la boca, otro los ojos y otro las orejas, pues esos. Todo el mundo se agolpa a su alrededor haciéndose fotos, así que ¡no íbamos a ser menos!

Otra de las razones por las que Nikko es conocido es por tener entre sus edificios el mausoleo de Tokugawa Ieyatsu, uno de los shogun más importantes del Japón feudal, que se encuentra en el recinto de Futurasan Jinja. Para llegar a su tumba hay que pagar, atravesar otra puerta más y antes de subir nosecuantosescalones encontramos otro símbolo más. Un gato. Que si, Jingoro, el gato durmiente. Pero el caso es que el mausoleo es más impresionantes por el sitio que por el mismo, tampoco es para tanto, la verdad, pero bueno, para una vez que uno llega hasta allí...

Y ya saturados de tanto edificio, tanta decoración, tanto turista llegamos al último de los templos para los que nos servía la entrada. La verdad es que no sabría explicar ni lo que vimos. Lo que si recuerdo es que había varias monjas por allí circulando con sus túnicas blancas y naranjas y poco más, ah sí, un Tori para salir y marcharnos a comer... ¡que ya toca!
Un tazón de fideos después volvíamos por la calle principal de las tiendas hacia la estación pero... en una tienda vendían dragones pintados a mano, además al momento, así que entramos a preguntar precio y nos quedamos prendados. No mucho. Tres horas y media. Quince dragones en total. Paso palabra. El caso es que cuando salimos de la tienda el pueblo estaba desierto. Nadie por las calles, las tiendas vacías, los restaurantes cerrados. ¿Y la estación? Ya dudábamos de si tendríamos tren para volver a Tokyo o no. Pero si, había uno esperándonos en la estación.
Última noche en el Aizuya, lástima.
miércoles, 13 de mayo de 2009
Hacia Tokyo de nuevo
Cogemos el tren, nos quedan unas cuantas horas de viaje, aunque vamos a hacer un parada en Himeji para ver su impresionante castillo. El camino pasa rápido hasta llegar al puente que une las dos islas. Una miriada de islotes despunta sobre el agua entre la niebla.

Delante del castillo están celebrando un festival con tambores tradicionales, pero están cubiertos de plástico por la lluvia, así que desmerece un poco.
Subimos hasta el castillo para recorrerlo entero. Las salas no tienen muchas cosas para ver, claro que con toda la gente que nos agolpamos dentro tampoco caben muchas cosas más. Seguramente, si no estuviese lloviendo podríamos haber disfrutado mucho más, sobre todo de los jardines, pero bueno, es el único día que se nos estropean los planes por culpa del tiempo, así que no nos podemos quejar tampoco.
Como sopas volvemos a coger el tren con dirección a Tokyo. Unas tres horas de recorrido. Llegamos a la estación central y salimos en busca de algún sitio para dormir. Dando vueltas por Nihonbashi encontramos un restaurante español, el León, así que pensando que alguien hablaría nuestro idioma decidimos preguntar… efectivamente alguien habla castellano. Una bonita japonesa que estuvo viviendo en Sevilla un tiempo nos indica donde podemos encontrar sitio, pero no tenemos suerte. Así que volvemos al mismo sitio. Amabilidad es poco, la misma chica se encarga de meterse en Internet, buscar sitios, llamar por teléfono, preguntar, pero nada, lo único que queda son mas de 60€ por cabeza y se nos va un poco de las manos. Llamamos al Aizuya Inn de nuevo por si acaso, pero tampoco tienen habitación para cuatro. Aún así decidimos ir “al barrio” a ver si hay suerte.
Recorremos las calles del barrio en el que dormimos las dos primeras noches y conseguimos encontrar sitio para los últimos días, sólo nos faltan los dos primeros. Al entrar en el Aizuya… me saludan por mi nombre, aunque yo no pude hacer lo mismo, menudo trago. Pero menos mal. Gracias a que Su es como es, al final conseguimos sitio para dormir allí, también es verdad que cuatro en una habitación para dos, pero bueno, unas risas aseguradas y un sitio barato para dormir. Al final todo sale bien, y la charla con Su estuvo entretenida esa noche. Buen día para volver a Tokyo.
De Matsuyama a Hiroshima
Cuando llegamos a Hiroshima apenas tenemos tiempo para ir a ver la zona donde cayó la bomba, el museo de la paz y salir corriendo de nuevo al siguiente sitio. Así que salimos más o menos deprisa de la estación en dirección a la zona del museo, son calles como las de cualquier otra ciudad con sus carteles en japonés, sus mendigos, un Zara, lo normal de cualquier ciudad vaya.


La primera sala intenta contar las guerras y conflictos en los que estuvo envuelto el país intentando encontrar una explicación plausible para que Japón entrase en la segunda guerra mundial. La segunda parte del museo entra de lleno en la guerra, fotografías del antes y el después de las bombas, las escuelas después del estallido… Y la tercera parte… la tercera parte no puedo explicarla, ya no me quedaba estómago para seguir viendo todo aquello y no pude por más que salir de allí como pude.
La vuelta a la estación la hicimos en autobús, más rápido, apenas nos quedaba tiempo para llegar al santuario de Itsukushima y su Torii acuático. Media hora de tren, en teoría, y después un pequeño paseo en barco para llegar hasta la isla de Miyajima. El tori puesto en mitad del agua para que entrasen por él los peregrinos que llegaban en barco. Entramos casi de los últimos al templo pero entramos.

martes, 12 de mayo de 2009
Matsuyama 2
La idea para el día es ir a Uchiko, una aldea típica en la que aún quedan calles tradicionales donde las casas siguen manteniendo su antigua estructura, aunque también es verdad que muchas de ellas se han ido transformando en comercios para los turistas. Pero bueno. El camino para llegar, con alguna que otra parada, es muy agradable, no se ven edificios altos ni grandes ciudades, la carretera transcurre entre montes verdes salpicados de pequeños pueblos.

Y poco más. Tampoco el pueblo da para mucho más, pero ha sido agradable poder salir de la ciudad.
La siguiente parada en dirección a la costa, una playa. No hay mucha arena, no hay mucha gente, pero si hay algo de ambientillo costero, es cierto que el mercado de pescado también ayuda. Sobre todo oliendo la parrilla de pescado donde ya hay gente esperando su ración. Es curioso ver a nuestro guía, Javier, cantando cancioncillas japonesas mientras nos explica un par de "monumentos" que están junto a la arena y que están dedicados a las canciones para niños.
Hacemos alguna otra parada para ver un puente en un pequeño pueblo donde pasa un río. Bonitas vistas.
La siguiente parada es para comer. Una especie de restaurante italiano frente a la costa donde pudimos comer... arroz al curry picante y pilaf. Que me expliquen que tiene que ver con Italia, pero el caso es que está muy bueno.


Una cena después acabamos de fiesta de nuevo, está vez más tranquila, de nuevo con las mismas japonesas que el día anterior, un te, una cerveza, una buena charla y la noche acaba.
Matsuyama 1
Al llegar nos estaban esperando para llevarnos al sitio donde íbamos a dormir. Y así lo hicimos.



Al salir del castillo bajamos de nuevo la rampa y nos dirigimos a la zona comercial, habíamos quedado allí para ir a cenar. Carne. Tres comidas en un solo día y la última carne. Lo cierto es que estaba todo buenísimo, incluyendo el “sushi” de carne de kobe… ¡quiero más! Y después nos invitaron a una “fiesta” a la que invitaron también a un grupo de japonesas. Música latina (como suena), cerveza… la noche resultó tan agradable como interesante. Pero como todo llega… a dormir.
jueves, 7 de mayo de 2009
Nara
El caso es que queda curioso ver como los ciervos van buscando las manos de la gente en busca de algo que llevarse a la boca.

Aunque está repleto de turistas se respira un ambiente de calma y tranquilidad en el interior del edificio que ayuda a que te olvides de todo ello y solo te centres en Buda o en lo que quiera creer cada uno.

miércoles, 6 de mayo de 2009
Kyoto 5
Lo primero que me llama la atención es el suelo. De madera, si, como casi todos, pero con un curioso sistema de alarma. Está construido de forma que cada paso que se da por los pasillos hace que la madera rechine con un sonido totalmente reconocible, lo que hacía que fuese bastante complicado hacer excursiones nocturnas por el palacio. Además las salas y sus paneles de papel están completamente decoradas por pinturas de artistas reconocidos en la época, todo motivos naturales, cerezos en flor, peonias, pinos, águilas... también es curioso ver las reproducciones que han hecho en alguna de las salas de cómo funcionaba la corte, sobre todo una en la que han colocado figuras que representan al shogun y sus consejeros recibiendo a los daimyo del reino, curioso.

El timo del día es un cartelito, si alguien va que no pique, que indica... "ceremonia del té, 700 yens". De ceremonia nada de nada, un té servido en una autentica casa de té, eso si, rodeado de un bonito jardín, tampoco está de más decirlo, pero nada más. Un cuenco de te verde y un dulce de arroz con cereza y ya. Pero bueno, por intentarlo que no quede.
Con las mismas salimos del castillo a buscar el Palacio Imperial. Llegamos a un palacio neoclásico donde se encuentra ahora el gobierno municipal y que en principio nos han dicho que es donde se encuentra la ciudad en cuestión, pero nada de nada. Menos mal que al menos en el patio interior tienen unos cuantos cerezos en flor y podemos descansar bajo ellos un rato.
Y a andar por el barrio, sin rumbo fijo, de calle en calle hasta que llegamos al Jardín Nacional de Kyoto, la Ciudad Imperial. Cogemos hora para entrar en el recinto del palacio y mientras llega nuestro turno nos dirigimos hacia una zona con cerezos ya abiertos a hacer unas cuantas fotos. Está lleno de gente haciendo lo mismo, comiendo, niños jugando en los columpios, bastante bucólico todo. Y alé, como borreguitos al palacio. Una guía en inglés nos cuenta un poco la historia del sitio, el estilo de la construcción, las puertas de entrada, el uso que tuvo en su día el palacio... y después de paseo, todos juntitos, todos sin hacer caso a la guía, todos haciendo fotos... un poco guiri el tema, pero bueno. De nuevo lo mejor es el jardín con su estanque y su puente incluidos.

Después de eso, con el día hecho, un descanso en el césped del jardín, un poco de chi kung y un paseo de nuevo hasta la estación para volver al barrio a comer. Pero antes un paseito hasta otra pagoda, aunque cuando llegamos, ya entrada la noche, el recinto estaba cerrado, una pena, tiene buena pinta Toji.
Y nuestra última noche en Kyoto ha llegado, un poco de comida, un par de correos a la familia, y a dormir. Mañana Koyasan o Nara, ya se verá.
martes, 5 de mayo de 2009
Kyoto 4
La parada del tren está prácticamente en el mismo Torii de entrada al recinto del santuario así que es fácil encontrarlo esta vez, además si andas torpe y no ves el tori que ya es difícil sólo tienes que seguir la marea de turistas y solucionado.

Tras un rato viendo la ceremonia pasamos otro buen rato intentando hacernos fotos en la entrada del camino de tori, claro que eso mismo es lo que hace todo turista que se precie al llegar al sitio en cuestión. Pero bueno, con las mismas empezamos a ascender por el camino entre reflejos rojos viendo algún farol aquí y otro allá, fotos, más turistas, más altares, algún lago con sus patos... lo cierto es que el camino está curioso hacerlo, aunque después de un par de kilómetros estas de escalones y camino... Lo más interesante sin duda es alejarse lo más posible de la entrada y cada vez quedan menos turistas por el camino, así que prácticamente recorrimos los cuatro kilómetros intentando fijarnos en las diferencias entre un altar y otro, que no es fácil. Pero así vimos todo tipo de animales, figuras y estatuas, unas abrigadas, otras no... hasta que volvimos a aparecer de nuevo en la entrada del recinto.
Otra vez al tren, otra vez hacia la estación central de Kyoto y una vez allí... a patita hasta la siguiente parada... Sanjusangendo. El pabellón de las 1001 estatuas de Kannon. El recinto en sí no es gran cosa, un jardín normalito con algún que otro árbol en flor y poco más. Pero el edificio es otra cosa. Por fuera es una mole enorme de madera, con forma rectangular (que se aprovechaba antiguamente para un concurso de tiro con arco en el que ganaba el que consiguiese hacer llegar una flecha de una punta a otra del edificio) y por dentro... una maravilla. 1001 estatuas de la diosa Kannon, todas diferentes, todas distintas. Frente a ellas los 4 guardianes de los puntos cardinales y los 12 generales protectores. Las tallas son impresionantes. Y sobre todo la estatua central, Buda, no podía ser de otra manera. Lo malo es que no dejan hacer fotografías y en fin... la anécdota del día mejor que la cuente otro, pero digamos que el que salió pringando es el que escribe.

Efectivamente las vistas son bonitas desde la terraza, la ciudad, el jardín con sus árboles en flor incluyendo algún que otro cerezo, y casi al final de la visita, una fuente de agua en la que trae suerte hacer la ceremonia de purificación, con lo que toooodo el mundo quiere pasar por ella. Nosotros no. Seguimos por nuestro camino y nos alejamos poco a poco del templo en dirección a la estación de nuevo, hacia el sitio en el que íbamos a comer. Esta vez, comida rápida, pero nada de hamburguesas... arroz y fideos y más fideos y más arroz.
lunes, 4 de mayo de 2009
Kyoto 3
Poco más allá vimos un Tori que habría paso a un camino hacia una montaña. Empezamos a subir con calma, tampoco tenemos mucha prisa. La ciudad se para, no se escucha nada, ningún ruido que te haga pensar que estas en mitad de una ciudad de millón y medio de habitantes. Tras una curva nos encontramos con una niña paseando a un perro a la que le pregunté (que ya es mucho decir) si ese camino llevaba al templo. Tras un par de intentos por hacerse entender ella misma nos acompaña hasta la misma puerta de entrada donde nos abandona mientras habla con otra señora que también estaba paseando a su mascota.

Tras recuperar fuerzas con un par de mochi seguimos el camino que nos lleva a un mercadillo con multitud de tiendas de comida y recuerdos turistiles, en las que picamos comprando palillos y un par de cosillas más. Lo curioso es que nos encontramos con la gente de "españoles por el mundo" que estaban esperando a una española a la que habíamos visto pasar con su kimono montada en un rickshaw. Una foto y a seguir.
Al final llegamos a Ginkakuji, aunque es un poco decepcionante. Los jardines son muy bonitos, el zen con la replica del Fujisan en el jardín de piedra está muy bien, pero el edificio lo están restaurando. Está lleno de plástico y no se puede ver nada, pero bueno, es lo que tienen las visitas turísticas, nunca sabes lo que te vas a encontrar.
Al salir del templo empezamos a caminar junto a un canal de agua que está lleno de arboles en sus orillas, cerezos, melocotoneros, ciruelo... y mucha mucha gente caminando bajo ellos, haciéndose fotos, comiendo... Recorremos el canal haciendo fotos, las mujeres con kimono posan bajo los cerezos y te agradecen que se las hagas así que para mí resultó un paseo muy agradable. Al cabo de un rato sentados en un banco dimos cuenta del makisushi que estaba buenísimo.
La siguiente parada prevista... Shinnyo-Do. Otro paseo entre casas bajas, las típicas de casi todos los barrios, calles estrechas y sin comercios apenas. La entrada al templo la tenemos que hacer subiendo "unos cuantos escalones", pero bueno, llegamos arriba un poco cansados, pero llegamos.
Un par de cerezos esperan casi abiertos y mientras algunos recuperan el aliento entro en el templo. La verdad es que sin ser budista la vista impresiona. Todo en silencio, olor a incienso en el ambiente. Así que sin más ánimo que descansar y seguir practicando me arrodillo en el tatami, dejo a mi lado el trípode y la cámara y simplemente dejo que la vista recorra el altar, las figuras todo el templo en si. Tras unos minutos pienso en sacar alguna foto así que recojo la cámara del suelo y saco un par de fotos. En eso se me acerca un bonzo, casi tímido, me mira y con gestos bastante claros me indica que puedo sacar fotografías, que no hay problema con ello, así que así lo hice, claro que no todos corrimos la misma suerte.
Salimos del templo comentando lo ocurrido en el templo, aunque no todos terminan de entenderlo del todo, creo. El caso es que mientras caminamos llegamos a Konkai-Komyoji. El templo es bastante grande y sin duda la pagoda impresiona, igual que el cementerio que tiene escondido en una ladera, pero supongo que será la acumulación la que hace que ya nos queden menos ojos para fijarnos en los detalles. Aún así nos descalzamos para entrar a ver el altar. Y, al menos yo, recorro el recinto cámara en mano para ver como un anciano estira junto a las tumbas del cementerio. Le pregunto si lo que estaba haciendo es taichi, aunque los movimientos no me suenan de nada, y su respuesta fue... no, ryukyu. Perfecto, una cosa más.
Bajamos las escaleras saliendo del templo mientras unos niños juegan con una pelota de voley.
Tras caminar otro rato más llegamos a Heian Jingu Shrine. El santuario Heian. Frente a la puerta principal hay un campo de béisbol donde se disputa un partido. Pero sin duda lo que más llama la atención del templo es el tori gigantesco que se encuentra a unos cientos de metros de la puerta del recinto. Todo pintado de rojo, al estilo chino, igual que el resto del recinto. Al entrar por la puerta lo que me llamó la atención fueron dos fuentes de purificación. Lo normal es que en estas fuentes el chorro de agua salga a través de un dragón, o que un dragón proteja el chorro en cuestión. En estas, "la norma" se cumple en una de las fuentes, la otra está protegida por un tigre. A los que les guste el taoísmo, las dualidades y demás le hubiese resultado curioso igual.
El recinto está repleto de gente, familias enteras, mujeres con kimono tradicional, monjas con sus trajes blancos y naranjas, pero demasiada masificación. Apenas te da tiempo a pasar por el altar sin sientas que estas estorbando a alguien que, a diferencia de nosotros, está allí para rezar. Pero sin duda la anécdota del templo nos ocurrió fuera del mismo. Fuera de la puerta del recinto hay una fuente más donde la gente se purifica antes de entrar, y frente a ella una pila de recipientes para las ofrendas de sake. Mientras hacíamos fotos un personaje nos debía estar observando, lo

Tras la visita decidimos que ya iba siendo ora de comer algo, así que bajamos hacia un restaurante de Okonomiyaki que habíamos visto antes. ¡Cosa más rica! Una plancha, un poco de masa, un montón de col china y algún que otro ingrediente (cerdo, huevos...) Para chuparse los dedos.
Y con las barrigas llenas vamos de nuevo hacia el barrio en el que dormíamos. Esta noche en otro ryokan, más pequeño, pero igual de acogedor que el anterior.
viernes, 24 de abril de 2009
Kyoto 2
El viaje le obviamos, como cualquier otro autobús pero con más japoneses y algún que otro guiri.

Seguimos andando por el camino marcado, alrededor del templo en el que están celebrando una ceremonia, no sabemos de que, tampoco podemos acercarnos más. Seguimos como ovejitas entre los árboles, alguna garza, más jardines. Un grupo de estatuillas con un cuenco marca un sitio de parada para que todos los que por allí pasamos intentemos meter en el susodicho alguna que otra moneda. Los niños se lo pasan en grande cada vez que lo consiguen.
Seguimos subiendo por el camino hasta otro templete haciendo fotos a todos y todas las que me dejan mientras seguimos viendo el pabellón desde todos los ángulos posibles. Y al final... tiendas, recuerdos baratitos para turistas y otro templete donde la gente si se para a rezar. De aquí me quedo con la imagen del pabellón y con la vendedora de té que amablemente me ofrece un vaso mientras deja que la saque alguna que otra foto.
Nos hemos dado cuenta de que una de las zonas no la hemos visto al entrar, así que decidimos volver a la puerta a ver si conseguimos saber porqué. Le preguntamos a un chico con uniforme y entre sonrisas nos contesta que hay que pagar como 5000 yenes por entrar en esa parte. Al sorprendernos del precio le preguntamos que hay que ver. Su respuesta... se encoge de hombros y nos dice... "ni idea", arreglos florales, ikebana, pero nos dice... tsssss, no digáis nada que me metéis en un lío, je.
Salimos de allí en busca del Ryoanji, el jardín zen más conocido de todo Japón y de todo el mundo, todo el mundo ha visto fotos del jardín aunque no sepa lo que es. Al llegar lo que te encuentras es un jardín con un laguito, una pequeña isla con un tori unido al resto del jardín con un puente de piedra... sólo falta que los cerezos estuviesen todos en flor. Nos descalzamos para entrar al templo en el que está el jardín y dejamos los trípodes en la entrada. Pocos pasos más allá está el jardín. Piedras. Círculos. Todas en perfecto orden durante 500 años. Habrá quién no se lo crea, pero sentarte frente a esas piedras, concentrarte en los círculos del jardín, hace que entres en un estado mental curioso en el que parece que el resto del mundo desaparece mientras lo contemplas. Tras recuperar la conciencia del lugar en el que me encontraba me levanté para seguir con la visita al templo. Tras rodearle entero vi un grupo de chicas vestidas con kimono a las que pedí permiso para hacerles fotos, dijeron que si, así que volví a recorrerme el templo entero con ellas mientras las fotografiaba entre risas y alguna que otra charla corta en inglés.
Al salir del templo al jardín seguimos andando entre árboles, tranquilos hasta la salida. Nuestro camino llegaba hasta otro templo, Yomei Bunko. Al subir las escaleras que te llevan a la entrada nos encontramos con el templo principal en el que un monje estaba limpiando los tatami. Será que nos escuchó llegar porqué me pregunto si eramos españoles y resultó que hablaba un poquito de español. Tras una corta conversación me permitió entrar hasta el altar, la zona reservada a los monjes, incluso me dejó fotografiar la parte principal, las ofrendas de comida... una de esas cosas que nunca se olvidan. Junto al templo un conjunto de estatuas de budas y una campana gigante que también hicimos sonar con el beneplácito del monje, por supuesto.

Seguimos recorriendo todo el recinto entre edificios de templos, una pagoda, jardines, sakura, y haciendo fotos claro hasta que ya no podíamos distinguir más detalles de lo que veíamos. En ese punto decidimos acabar con las visitas, total, ya no quedaría nada más abierto, así que pensamos en ir andando sin rumbo fijo, eso si, después de comernos unos fideitos y arroz.
Tras comer recorremos calles pequeñas donde no se ve ningún turista, sólo gente del barrio, Tojiin, con tiendas locales, un pequeño mercadillo de libros y cds de segunda mano... hasta llegar a dos calles llenas de recintos de templos por los que se puede caminar sin más, así lo hacemos. La luz ya es bastante anaranjada, así que las fotos han quedado bastante bien. Y con las mismas llegamos hasta la estación de tren, pero como es pronto decidimos andar un poco más, sin rumbo fijo, sólo por andar en dirección opuesta a los pocos turistas que veíamos. Al final del paseo nos encontramos con una tienda de bonsáis increíbles. El dueño nos ve asomarnos y sale, nos abre la puerta y nos invita a entrar. Un paseo sin rumbo se convierte en un buen rato viendo como el jardinero da forma por completo a un pequeño arbolito que apenas era una espiga con cinco o seis ramas y acaba convertido en un precioso bonsái de formas sinuosas y equilibradas, eso si, repleto de alambre.
Contentos con el hayazgo volvemos a la estación y cogemos un tren que nos deja muy cerca del castillo de Kyoto que está iluminado, así que no debe estar mal del todo verlo a esas horas. Por el camino nos encontramos con un pequeño restaurante de teriyaki... allá que vamos, ¡que rico el pollo! Y un paseo alrededor del castillo después de nuevo hacia la estación, ya hacia el ryokan donde dormíamos. Pero claro, al llegar, pues ya se sabe, el ruido de las copas de sake nos atrae una noche más hacia una sakería, cerquita de la cama, por si acaso.
lunes, 6 de abril de 2009
Kyoto
De nuevo los mismos paisajes pero esta vez sin nieve.
Medio dormidos y con ganas de dormir mas, llegamos a Kyoto. No tenemos sitio reservado, así que subimos a la novena planta de la estación central, a la oficina de atención al turista y menos mal que una agradable señorita, bueno dos, nos consiguen encontrar un ryokan para dormir cinco noches, eso si, dos noches en una habitación, otra noche en otro edificio anejo, y otras dos noches más en el primero. Pero la mujer que lo lleva es un encanto!!
Dejamos las cosas y aunque es bastante tarde decidimos buscar algo que quede abierto, a las cuatro y media de la tarde cierran casi todos los templos, museos y castillos. Cerca de la estación encontramos uno, enorme Higashi Honganji, pero en restauración, debe ser el año. Entramos sin que nos cueste nada por ello y recorremos descalzos los edificios de madera haciendo fotos donde nos dejan, claro. Aunque hay gente, por lo general permanecen callados, así que no hay apenas ruido que moleste mientras caminas... algún españolito que otro rompe un poco la norma, pero bueno, se nos tiene que notar allá donde vamos, supongo.
Al salir del templo ya si que no hay nada abierto, así que mapa en mano, nos intentamos dirigir hacia la zona de Gion, uno de los sitios que estaba en mi agenda desde el primer día del viaje. Decidimos huir de las calles principales por las que andan los turistas y nos internamos en las callejuelas del barrio, la gente nos mira con curiosidad al vernos pasar... y nosotros a ellos, aunque la falta de costumbre les hace apartar la mirada si no les saludas con una pequeña genuflexion (o argo). Al final cruzamos el puente sobre el río... pocos cerezos en flor en las orillas, una pena, y nos paramos a comer algo en un pequeño sitio de madera... mas fideitos ricos. Pedimos señalando las fotos, claro y los fideos están buenisimos, los mios ¡¡con anguila!!
Después de comer escogemos un callejón y a andar por el. Nos sorprende un poco que todas las casas parecen iguales y todas tienen farolitos rojos colgando en la puerta... así que les preguntamos a tres chicas que pasaban por allí y nos dicen que son las famosas casas de te de Gion, donde trabajan las geishas. Así que cámara en ristre, aunque está oscureciendo, ya empezamos a recorrer la calle.

Seguimos recorriendo la calle y conseguimos que algunas maikos más que pasaban corriendo de una ochaya a otra nos dejen hacerles una foto, por lo normal solo una, pero es justo.
Y así recorremos Gion, el barrio de geishas de Kyoto, hasta acabar en un sitio un poquito cutre, fritangas a tutiplen, sake... una cena sanota vaya.
Después a Gion corner y a cruzarnos con una valenciana pija (insoportable) y un catalán que me daban ganas de abofetearle... "esperando a una geisha" me dice con ojos desorbitados... aparece una maiko y antes de poder acercarme a preguntar si le importa que le haga una foto el estúpido de el ya ha desenfundado el flash y le hace sietemil fotos seguidas... ni que decir tiene que la pobre salio huyendo despavorida... después que porqué no se dejan hacer fotos.

Y con esas volvemos a dormir, caminata de casi una hora viendo calles, alguna pagoda y algún templito pequeño.
Mañana sera otro día, pero antes de dormir... un poquito de sake.